El combate contra la segunda ola necesita firmeza y unidad de criterio
La ciudadanía debe entender que habrá de mantener abierta la movilidad ligada a lo imprescindible, pero que habrá que cerrar la relacionada con lo prescindible
El espíritu constructivo y colaborativo exhibido en la Real Casa de Correos por la Comunidad de Madrid y el Gobierno central, por Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, ha saltado por los aires en menos de una semana. La ideología ha vuelto a ganar a la epidemiología. Los encuentros para coordinar la respuesta a la segunda ola de la epidemia del Covid en la Comunidad de Madrid no han servido para consensuar las medidas que atajen el contagio, y ni siquiera para bajar los ariscados grados de confrontación entre las dos Administraciones. Cuando más se precisa de unidad de criterio y de las formas de trasmitirla, más dispar es la propuesta de actuación y mayor la disposición a afear la conducta ajena. Así, tan complicado es ganar la batalla como arrogarse éxito alguno en la misma, cuando más preciso es frenar la escalada de contagios para evitar volver a un confinamiento general de la población que estrangule definitivamente la economía y el empleo de uno de los más poderosos motores de la actividad en España.
Los responsables políticos de la Comunidad de Madrid han optado únicamente por ampliar hasta 45 zonas sanitarias, desde las 37 anteriores, las restricciones de movilidad, y hacerlo efectivo desde el lunes, en vez de desde este mismo fin de semana. Y lo ha hecho en contra del criterio explicitado por el ministro de Sanidad de ampliarlas a toda la ciudad y de extender las limitaciones de horarios y otras medidas de prevención que se antojan necesarias. Con ello, desoyen no solo las recomendaciones del Gobierno central sino también las de los expertos, que creen que la comunidad no está haciendo lo suficiente para frenar los contagios.
El Gobierno de Díaz Ayuso tiene la competencia y la responsabilidad en las decisiones que se han tomado desde la desescalada, cuando reclamaba para sí la gestión de la situación. La Comunidad de Madrid se resistió a imponer el uso obligatorio de la mascarilla, aceleró la desescalada, eliminó restricciones de aforos y distancias demasiado pronto y no tomó a tiempo medidas para reforzar la atención primaria ni para un rastreo efectivo de los casos y sus contactos.
En el dilema entre salud y sostenimiento de la actividad económica, puede parecer que ambas variables se hacen excluyentes y hay que optar. Pero en realidad una adecuada gestión de la pandemia es un prerrequisito para no ahogar la actividad económica. Además, la economía siempre da segundas oportunidades, pero la salud, no. La ciudadanía debe entender que habrá de mantener abierta la movilidad ligada a lo imprescindible, considerando como tal el trabajo y la educación; pero que habrá que cerrar, pese a quien pese, la relacionada con lo prescindible.