Cómo construir un JP Morgan europeo
El BCE está poniendo de su parte, pero hace falta que los políticos lo conviertan en una prioridad
El mosaico de bancos medianos europeo es un punto débil importante para el bloque. Andrea Enria, que preside el consejo de supervisión del BCE, está poniendo su granito de arena para facilitar las fusiones transfronterizas. Pero la creación de un prestamista con el peso para rivalizar con los gigantes de EE UU requiere que los políticos lo conviertan en una prioridad.
Los cinco bancos más grandes de la zona euro por activos (BNP Paribas, Credit Agricole, Santander, Société Générale y Deutsche Bank) tienen un valor de mercado combinado de 110.000 millones y generaron 22.000 millones de ganancias en 2019. JP Morgan por sí solo vale el doble, y produjo un 38% más de beneficios netos.
Esta falta de escala preocupa a los ejecutivos bancarios del continente, pero también debería preocupar a los ministros de Finanzas, como el alemán Olaf Scholz y el francés Bruno Le Maire. Los costes operativos de los cinco mayores prestamistas europeos consumirán el 66% de los ingresos combinados este año, frente a solo el 58% de JP Morgan, Bank of America y Citigroup.
Los gigantes americanos también hacen que las costosas inversiones en tecnología vayan más lejos: JP Morgan puede repartir el coste de desarrollar, por ejemplo, un nuevo sistema de trading de renta fija en un número mucho mayor de transacciones que sus homólogos de Deutsche y BNP. El desajuste consolida el estatus de los europeos como rezagados en tecnología, erosionando su cuota de mercado. De los ingresos de trading de acciones, renta fija, divisas y materias primas obtenidos por los 12 principales actores del sector en los 18 meses anteriores a finales de junio, Deutsche, BNP y SocGen juntos se embolsaron solo el 13,6%.
Tal dominio de EE UU genera una arriesgada dependencia de las empresas europeas respecto a los balances americanos. JPMorgan, Citi, BofA y Goldman Sachs fueron bookrunners en el 25% de los préstamos sindicados alemanes en la primera mitad de 2019. Un año más tarde esa proporción se había reducido a la mitad, ya que los americanos se retiraron justo cuando las empresas afectadas por la pandemia más necesitaban dinero en efectivo.
Las megafusiones como la que creó JP Morgan son una solución a las deficiencias de escala de Europa. Una unión de Deutsche y BNP, por ejemplo, tendría un balance más grande y más diversificado. Sus inversiones en tecnología en banca mayorista y minorista tendrían un mayor impacto.
Enria y el BCE están tratando últimamente de hacer más fáciles las operaciones. En un documento de julio, el supervisor dijo que los bancos que se fusionan pueden utilizar los modelos a medida existentes para evaluar el riesgo de los diferentes activos. Esto facilita a los CEO predecir cuánto capital necesitará la entidad combinada.
El regulador también está haciendo virtud del hecho de que las acciones de los bancos europeos coticen constantemente por debajo del valor contable. La compra de un prestamista por menos del valor contable de sus activos netos crea una ganancia de capital (badwill) que el adquirente puede utilizar para cubrir los costes de la fusión y sanear la deuda incobrable.
Tampoco el BCE necesariamente agregará cargos de capital extra después de una operación. De hecho, los supervisores tienen incluso la facultad de ignorar las exposiciones transfronterizas dentro de la zona euro al calcular si el banco combinado debe tener más capital según las normas mundiales para los bancos de importancia sistémica, conocidas como G-SIB. Eso podría proteger a algunas combinaciones de tener que acumular un colchón significativamente más alto.
El mensaje profusiones del BCE ayudó a engrasar las ruedas de la unión CaixaBank-Bankia de España. Pero esa combinación relativamente pequeña subraya que la mayoría de las fusiones bancarias europeas han sido asuntos domésticos.
No hay mucho que Enria pueda hacer al respecto. Las fusiones transfronterizas tienden a ser ligeras en cuanto a ahorro de costes, como el cierre de sucursales. Las hipotecas francesas, alemanas e italianas, por ejemplo, están cubiertas por diferentes regulaciones de protección al consumidor y leyes de quiebra.
Los organismos nacionales también se interponen en el camino. En teoría, un banco paneuropeo puede trasladar la liquidez sobrante a las oportunidades de préstamo más atractivas. Sin embargo, si bien eso es técnicamente posible en virtud del Reglamento sobre Requisitos de Capital de Europa, los reguladores de Alemania y otros países lo han bloqueado. Les preocupa que el dinero de los ahorradores locales termine financiando, digamos, préstamos a pymes italianas.
El campo de juego regulatorio es igual de desigual cuando se trata de capital. ING y SocGen están en la misma categoría de riesgo en los rankings G-SIB. Pero el ratio CET1 del holandés era casi 2 puntos porcentuales más alto que el del francés a finales de 2019, principalmente debido a un cargo por riesgo sistémico impuesto por el banco central de Países Bajos.
La eliminación de estas discrepancias está por encima de Enria. Los Gobiernos europeos son reacios a ceder más poder a su único regulador, ya que los contribuyentes nacionales seguirían pudiendo quedarse pillados si un gran banco falla.
Pero hay destellos de esperanza. En 2019, Scholz rompió un tabú en Alemania al pedir un sistema común de garantía de depósitos. Más recientemente, los Gobiernos europeos acordaron emitir deuda común como parte de la respuesta a la pandemia. Ambos podrían ser vistos como pasos preliminares hacia una mayor integración bancaria.
La pandemia ha puesto de relieve el papel que pueden desempeñar los prestamistas grandes y diversificados para mantener las empresas a flote en una crisis de liquidez. Si se toman en serio la construcción de un JP Morgan europeo, los reguladores nacionales y los políticos tendrán que sentar las bases.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías