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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dispersión en el regreso escolar y riesgo de ampliar la brecha educativa

Tras un año en el que el desempeño educativo ha sido muy mediocre, podemos asistir a otro similar

CINCO DÍAS

A tres semanas del comienzo del curso escolar hay una preocupante incertidumbre sobre si abrirán los colegios y qué fórmulas se utilizarán para evitar la propagación del coronavirus, y sobre qué alternativas adoptar en caso de que no puedan abrir. Existía en la primavera el fundado temor de que hubiese una segunda ola de contagios para el otoño y el invierno, pero los acontecimientos parecen haberse acelerado, dado que el virus nunca se ha ido, y la evidente rebaja de la guardia por parte de autoridades y población ha generado tal número de rebrotes que la situación es tan preocupante como hace unos meses, con la única salvedad de que el contagio se ceba ahora en edades más jóvenes y no hay colapso hospitalario. La vuelta a los colegios e institutos, como la vuelta masiva a los centros de trabajo tras el periodo estival, puede ser el detonante multiplicador que ponga de nuevo la situación fuera de control.

La gravedad de los contagios por su elevado número y generalización geográfica ha obligado al Gobierno a retomar el control de las decisiones, tras unos meses en manos de las comunidades autónomas, por la cercanía del curso escolar y laboral sin que haya ninguna garantía de normalidad. En materia escolar, las comunidades han elaborado protocolos propios sobre el retorno, reduciendo número de alumnos por clase, incrementando el profesorado, alternando presencialidad por turnos y utilizando, aunque de manera limitada, formatos telemáticos. No existe criterio unitario alguno, dado que las comunidades tienen la competencia educativa, que guardan con escrupuloso celo, y bien podemos encontrarnos en unas pocas semanas con regiones en las que pueda hablarse de cierta normalidad en las aulas, mientras que otras tengan que suspender las actividades docentes si hay un avance desmesurado de contagios y no se da con la tecla para atajarlo. De hecho, en algunas regiones se da plena libertad a los centros para determinar los formatos para retomar las clases, en una actividad de carácter público y tan esencial como la que más.

Tras un año en el que el desempeño educativo ha sido muy mediocre por la suspensión de las clases presenciales, podemos asistir a otro similar con graves consecuencias para la formación de los niños y los adolescentes, en un país en el que los niveles formativos son mejorables de todo punto. Se corre también el riesgo de intensificar la abismal brecha educativa existente ya entre territorios y en deteriorar, con carácter general, la formación previa a la universidad y al acceso al mercado laboral. Una asignatura en la que España acumula suspenso tras suspenso y de la que siempre oímos hablar que se va a afrontar, pero nunca se hace.

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