Respaldo de los electores a dos liderazgos consolidados
Los votantes vascos y gallegos han optado por gobernantes con experiencia, solidez y una gestión correcta
Las elecciones autonómicas celebradas ayer en Galicia y Euskadi han supuesto una reválida para los Gobiernos de ambas comunidades. Tanto el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, como el lehendakari Iñigo Urkullu han obtenido unas victorias claras que les permitirán formar Gobierno. En el caso del líder gallego, con su cuarta mayoría absoluta, y en el del vasco, con una aritmética muy favorable, pues suma mayoría absoluta con el PSE.
Siempre es arriesgado generalizar e interpretar el sentir conjunto de los electores, pero los votantes parecen haber respaldado liderazgos consolidados, gobernantes con experiencia y con una gestión correcta. Las elecciones celebradas ayer son las primeras tras el terremoto sanitario, económico y social que ha supuesto el Covid-19. En una situación de emergencia, no sorprende que los electores voten estabilidad y a gestores con experiencia. El liderazgo de Urkullu y Feijóo, su conocimiento por el electorado, está muy por encima del de sus rivales.
En Galicia el PP ha conseguido consolidarse como fuerza hegemónica y dejar sin espacio político a la extrema derecha no por el camino del extremismo, sino por el de la relativa moderación. Eso le permite conectar con una base más amplia de electores en el centro y al tiempo ser percibido como el único voto útil para los electores de todo el espectro de derechas. En Euskadi, el PNV también cataliza buena parte del voto de centroderecha y la baja participación ha penalizado al voto no nacionalista. En la izquierda, el reparto del voto entre fuerzas que se sitúan en diferentes puntos de los ejes ideológicos y nacionalistas provoca una dispersión con la que el bloque en su conjunto pierde fuerza. Es llamativo en Galicia cómo la ruptura de las mareas ha sido aprovechada por el BNG, que ha contado con una buena candidata.
Sacar conclusiones adicionales en clave nacional es aún más arriesgado. Baste recordar que tras las elecciones gallegas y vascas de hace cuatro años, el diagnóstico generalizado fue que Pedro Sánchez estaba acabado y que Alberto Núñez Feijóo iba a ser el seguro sucesor de Mariano Rajoy en el PP. Los resultados de ayer hay que leerlos en clave autonómica, y extrapolarlos es un ejercicio peligroso. Dicho eso, la pérdida de fuerza de Unidas Podemos es evidente y la debilidad socialista en ambas comunidades, también. Pero el PP sufre un pésimo resultado en Euskadi, donde la estrategia ha sido marcada por la sede central, Ciudadanos está desaparecido y la diputada vasca de Vox no sirve para ocultar la absoluta irrelevancia de la formación en ambas comunidades. Nadie puede cantar victoria en Madrid.
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