Los estadios vacíos fortalecen el control financiero de las televisiones
El desafío será persuadir a los televidentes para que paguen más por el privilegio de ver deportes en directo
Los estadios deportivos vacíos podrían convertirse en el legado cultural más perdurable del Covid-19. Desde que la OMS declaró la pandemia mundial en marzo, se cancelaron prácticamente todos los eventos deportivos, incluidos los Juegos Olímpicos de Tokio y la Eurocopa de fútbol 2020. Incluso aquellos que se han reiniciado lo han hecho en escenarios inquietantemente vacíos.
El daño financiero inmediato es considerable. Las entradas y los patrocinadores representan más de la mitad de los 71.000 millones de dólares de ingresos anuales que obtienen los deportes norteamericanos, según PwC, y alrededor de dos quintos de las ventas de las ligas de fútbol más ricas de Europa.
Pero el hecho de que los bares de EE UU hayan estado televisando al equipo de béisbol Doosan Bears, de Seúl, mientras los aficionados al fútbol de la Premier League estaban viendo al Bayern de Múnich, sugiere que las cadenas podrían ganar incluso aunque los estadios pierdan. Si los aficionados que necesitan su dosis de, digamos, la superestrella del baloncesto LeBron James o el delantero del Barcelona Lionel Messi no tienen otra opción que sintonizar la televisión, entonces el incremento del valor de los derechos de transmisión podría amortiguar las menores ventas en otros aspectos.
Las competiciones que ya tienen una televisión establecida serán las más beneficiadas. Si la Premier League pudiera aumentar sus ingresos por radiodifusión de 2018 en un 24%, 832 millones de euros más, compensaría totalmente la venta de entradas.
El momento de la pandemia podría beneficiar a los principales deportes norteamericanos que tienen acuerdos de derechos que expiran en los próximos cinco años, como la Liga Nacional de Fútbol americano. En un informe de abril, los investigadores de MoffettNathanson estimaron que cuando la NFL renegocie sus acuerdos de televisión, el total de los costes anuales en efectivo podría aumentar hasta casi 9.000 millones de dólares, con el precio promedio de los partidos del domingo creciendo un enorme 75%. Ello haría que la venta de abonos de la temporada regular (que representaba alrededor del 15,5% de los 14.500 millones de dólares de ingresos totales de la NFL en 2018, según Statista) fuera aún menos significativa.
Para las ligas menos populares, es lo contrario. Los equipos de fútbol de las ligas europeas de menos nivel suelen depender de las entradas para más de la mitad de sus ingresos, lo que aumenta la posibilidad de fuertes recortes salariales para los jugadores. Una forma de salvar esa brecha sería que los clubes más ricos establecieran un “fondo de solidaridad”. El tenis ha creado un fondo de ayuda para los jugadores de menor rango.
Pero el dinero extra de la televisión no cierra el partido. Deportes de contacto como el hockey sobre hielo, el baloncesto y el fútbol dependen de las multitudes en directo para generar la emoción que disfrutan los aficionados en casa. Incluso suponiendo que los índices de audiencia sean más altos, las cadenas pueden ser reacias a apoquinar más dinero para los partidos que se jueguen delante de gradas vacías.
Ello podría permitir que los deportes que dependen menos del frenesí generado por la multitud, como las carreras de coches o el golf, atraigan a nuevos espectadores. Aun así, puede ser difícil mantener la emoción. Más de 33 millones de estadounidenses, en promedio, sintonizaron la NBC para ver a la gimnasta de su país Simone Biles ganar una medalla de oro con su equipo en 2016. Pero unos campeonatos de gimnasia nacionales que contaron con ella en un año no olímpico atrajeron menos de una décima parte de esa audiencia.
Que aumenten la audiencia desde el sofá también desdibujará la línea entre las pruebas reales y las virtuales. La Fórmula 1 superó un hito histórico en marzo cuando Guanyu Zhou se convirtió en el primer piloto chino en ganar un Gran Premio. Ello se debió a que Baréin convirtió su carrera anual en una virtual, atrayendo a unos 3,2 millones de espectadores.
Ver a otras personas jugar a los videojuegos puede parecer extraño a los viejos aficionados al deporte. Pero los eventos de e-sports, que Deloitte calcula que generaron un billón de dólares en patrocinios y publicidad a nivel mundial en 2019, ya atraen a grandes audiencias. La final del Campeonato Mundial de 2019 de League of Legends, un juego multijugador muy popular, alcanzó un pico de 44 millones de vistas simultáneas. Para comparar, un promedio de alrededor de 16,5 millones de personas ven un partido de la temporada regular de la NFL.
Incluso cuando se reabran los estadios, puede ser difícil atraer a los aficionados. Las reglas de distanciamiento social [sic] significarán menos asientos y, tarde o temprano, precios más altos, sin mencionar colas más largas. Ello convertiría el ver deportes en vivo en un negocio de nicho, dominado por la hospitalidad corporativa y un grupo de adinerados poseedores de abonos de temporada.
Esas multitudes tan circunspectas no harían más atractivo el ver los partidos en casa. Pero dar a los aficionados un mejor acceso a las líneas de banda del equipo o estadísticas del juego mejoradas podría compensar la falta de entusiasmo en el campo.
El Covid-19 podría haber impulsado los deportes en directo y aumentado el coste financiero para las cadenas. El desafío será persuadir a los televidentes para que paguen más por el privilegio de sintonizarlos.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías