Un nuevo acuerdo para una nueva economía
España tiene la oportunidad de convertirse en una potencia resiliente si apuesta por un nuevo desarrollo energético y una industria 4.0
Todas las crisis históricas tienen un nexo común. Se trata de la obligatoria necesidad de repensar el futuro, de pararse a reflexionar sobre el modelo de sociedad. Sucedió después de la gran recesión iniciada con la caída de Lehman Brothers en 2008; tras las crisis del petróleo en la década de los setenta; derivada de los estragos de la Segunda Guerra Mundial y posteriormente al crac del 29.
Precisamente la hecatombe de finales de los años treinta es la que nos ofrece las reflexiones más certeras sobre cómo actuar después de una época convulsa que afecta tanto a las grandes finanzas macroeconómicas como a las rentas domésticas.
Para regenerar a un Wall Street quebrado y a un mercado laboral con más de 15 millones de parados se puso en marcha un revolucionario New Deal que contenía un ambicioso y reformista paquete de medidas de estimulo que supuso el comienzo de una nueva época dorada, donde el sistema capitalista debía mantener un sano equilibrio con la justicia, la igualdad y la prosperidad.
Si en 1929 el contexto demandaba de una fuerte ambición política que liderase una nueva economía social, en el actual escenario de crisis pos-Covid-19 tenemos la oportunidad de modernizar ese acuerdo colectivo.
Si algo ha puesto de manifiesto esta crisis es la importancia de la propia vida. El valor de salud personal, el cuidado de nuestros conciudadanos, la habitabilidad de los espacios y la sostenibilidad del sistema posibilitan que la ciudadanía tenga la certeza de que el Estado de bienestar es un elemento imprescindible en la sociedad y que debe continuar desarrollándose. Para ello, la economía del futuro debe abordar como reto esencial el cambio climático y la transición ecológica permitiéndonos crecer de manera sostenible y alcanzando mayores cotas de bienestar social.
Tenemos la ocasión de convertir a España en una potencia resiliente. Garantizar un país más seguro y biodiverso que ponga en valor el mundo rural y que regenere nuestras grandes ciudades, impulsando una transición ecológica basada en la justicia social y el equilibrio intergeneracional.
Es aquí donde deben entrar en juego dos importantísimos elementos: la electricidad y el gas. Si bien la electricidad es un vector energético fundamental para la descarbonización de la economía en 2050, será imprescindible hacer hincapié en las sinergias con otras alternativas bajas en carbono. Los gases renovables, como el hidrógeno, serán portadores de energía neutra en carbono, pudiendo además ser transportados a través de la red de gas natural existente, para abastecer a sectores no electrificables, y servir de almacenamiento energético. En estrecha ligazón con la electricidad y los gases renovables, el papel del gas natural, como alternativa a los combustibles fósiles tradicionales y como back up de las energías renovables, será también fundamental, con el fin de favorecer una transición energética estable, justa y económicamente eficiente, en la política a 2050.
Tenemos la obligación de impulsar un nuevo desarrollo energético basado en un modelo económico cimentado sobre cuatro vectores de cambio: la protección y promoción de la salud pública; la protección del medioambiente; la igualdad y cohesión social y la mejora de la competitividad de nuestros sectores productivos. Por medio de acciones concretas como la utilización de fuentes de energía limpia y renovables, la instalación de puntos de recarga eléctrica en estaciones de servicio, el fomento de las zonas de bajas emisiones, el impulso de la gestión de las aguas o el fomento de la capacidad de absorción de los sumideros de carbono nos ubicaremos sobre los raíles del moderno progreso económico, entendiendo la economía como una responsabilidad conjunta entre instituciones públicas, actores privados y sociedad civil.
La adaptación industrial y tecnológica abre nuevas oportunidades de negocio para el conjunto de nuestra economía. Lo cual entronca con el segundo elemento que determinará el futuro de nuestro modelo económico: la transformación digital. Es imprescindible que España sea capaz de aprovechar las ventajas y oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías al tiempo que combatimos la brecha digital que comporta riesgo de nuevas desigualdades.
El internet de las cosas, el big data o la inteligencia artificial facilitarán tanto el desarrollo social como el personal, permitiendo mejorar significativamente la vida de la ciudadanía. En esto juega un papel imprescindible el 5G, una tecnología que sentará las bases de una infraestructura de red hiperconectada que permitirá crear nuevos negocios, nuevos productos y nuevos servicios, y que repercutirá positivamente en todos los sectores económicos y sociales de nuestro país. Una fuente de competitividad para las empresas españolas y una oportunidad de que lideren esta nueva era tecnológica.
Debemos apostar por la tecnología más avanzada y desarrollada para impulsar nuestro crecimiento económico, como han hecho países como Corea del Sur donde han acelerado el establecimiento del 5G para impulsar la economía después de la crisis del Covid-19, aumentando un 50% en su inversión. Sin duda, es necesario acelerar su implantación sin restricciones que supongan un freno a la competitividad de nuestras empresas.
La industria 4.0 debe convertirse en una nueva realidad, una revolución industrial inteligente en la que combinemos de manera acertada las nuevas tecnologías con las modernas técnicas de producción articulando un mercado laboral accesible, estable y garantista, donde elementos como la inteligencia artificial, la simulación de procesos, la realidad virtual o la robotización no sean una utopía futura sino una tangible realidad presente.
La innovación y la búsqueda de soluciones disruptivas marcarán el camino de nuestra economía, demostrando que existe un sinfín de ventajas que, aplicadas con rigor, ubicarán a nuestro país en la vanguardia tecnológica internacional.
José Blanco es CEO de Acento Asuntos Públicos, exministro de Fomento y exportavoz del Gobierno