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Financiar la crisis con la fórmula menos dañina para la economía

Echarlo todo a la espalda de la deuda, por baratos que estén los tipos, puede ser ­arriesgado

CINCO DÍAS

Financiar el déficit fiscal que generará el desplome de la actividad económica este y los venideros años exige la combinación de herramientas fiscales, financieras y de política económica más atinada para que los efectos negativos sobre el crecimiento y el empleo sean asumibles. Salvo en la dura crisis de 2008-2012 nunca el Estado se había visto en tan complicada necesidad, si bien la de ahora añade el ­inconveniente de que los niveles de deuda pública son ya demasiado elevados. España parte de un endeudamiento público de más del 95% del PIB ahora, mientras que cuando irrumpió la crisis de hace un decenio escasamente superaba el 35% del PIB. Puede servir de relativo ­consuelo que ahora todas las economías maduras están en la misma urgencia de captar recursos, y que Europa tiene mejor pertrecho institucional para hacer frente a la embestida. Además, habrá que competir con infinidad de Gobiernos que acuden a los mercados con similar propósito.

El BCE calcula que la necesidad de financiación nueva en el mercado de deuda europeo puede acercarse a 1,5 billones de euros, un crecimiento de la deuda pública neta desconocido hasta ahora. Y solo España podría tener que afrontar una necesidad neta de recursos de más de 100.000 millones de euros, además de tener que refinanciar otros casi 165.000 millones que tenían su vencimiento este ejercicio. Es una cantidad muy considerable para captar en un mercado tensionado, pese a que cuente con la protección compradora del propio BCE “sin ningún límite”, tal como ha adelantado.

En todo caso, España debe buscar la combinación de elementos para acometer el fuerte avance del gasto, y optar por aquellos que ofrezcan una mejor solución para las arcas públicas y para la actividad económica. Echarlo todo a la espalda de la cartera de deuda, por baratos que estén los tipos de interés, puede ser ­arriesgado en un país que puede llevar su pasivo al 120% el PIB, con fuerte sustracción de recursos financieros a la actividad privada y productiva. Elevará, además, la factura de intereses, como se ha observado ya en las últimas emisiones, restando capacidad presupuestaria para la inversión. Únicamente los 25.000 millones que aportaría el MEDE tendrían un coste muy limitado, aunque llevarían aparejado el estigma del rescate y su coste político.

En cualquier caso, para este año no hay más instrumentos de los que echar mano; pero para ejercicios sucesivos, y mediante la elaboración de un Presupuesto riguroso, puede diversificarse el esfuerzo con subidas de los impuestos que menos dañen la actividad económica y que huyan de las figuras populistas como las que propone Podemos, combinados con reducciones selectivas pero significativas de los gastos redundantes de los que el Presupuesto público está sobrado.

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