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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Siguientes pasos hacia el desconfinamiento progresivo

Sin test masivos, el desescalado se hace prácticamente imposible, pero son clave para cribar a la población

USG

Cuando José Saramago escribía su Ensayo sobre la ceguera y Laurence Fishburne protagonizaba la película Contagio, nadie consideraba vivir estas ficciones en primera persona ni que pudieran reflejar una realidad futura. Tenemos los ojos puestos en la reducción de contagios y fallecidos. Esperamos el descenso de la curva, asumimos el duelo por los fallecidos, valoramos cada vez más el duro significado de esta crisis y empezamos a imaginar cómo y cuándo saldremos de esta.

El confinamiento masivo ha dado sus frutos y es difícil discutir su eficacia, pero se muestra poco sostenible y piden paso medidas que impidan el empobrecimiento de un porcentaje abultado de ciudadanos, sin que eso signifique perder de vista lo más importante: controlar el contagio.

El Gobierno ha llamado a este proceso “desescalada” o “desconfinamiento progresivo” y ha tomado medidas para la vuelta a la actividad como el final de la hibernación económica. Aún no tenemos información concreta sobre el resto del proceso y por eso es momento de explicar los factores que deben estar teniendo en cuenta con el objetivo de configurar un desconfinamiento inteligente.

La reactivación de la economía y la posibilidad de salir de casa dependen del análisis de variados y distintos factores, que exige un enfoque transversal, desde lo epidemiológico, lo social, lo tecnológico, lo económico, lo legal, lo logístico y una larga lista de perspectivas, con el objetivo de equilibrar el riesgo entre estropear lo logrado en estas semanas y la necesidad de retomar la nueva vida normal.

La incertidumbre se ha instalado en nuestras vidas y cuanto antes la minimicemos, mejor. Mejor para todos, porque sabremos cuándo y cómo volveremos al trabajo. Mejor para los mercados económicos y financieros, que retomarán tendencias positivas. Y mejor para los autónomos y empresarios, que podrán planificar la reactivación de sus negocios. Necesitamos certezas, por difícil que sea tenerlas. Otros países, como Austria y Dinamarca, ya han iniciado sus desescaladas y nos van a dar pistas, pero con las muchas diferencias que el fenómeno coronavirus muestra entre las diferentes naciones.

El esperado calendario de fechas, normas y colectivos que se van a ir desconfinando reducirá esa incertidumbre y pondrá en marcha la reactivación, pero ¿cuáles son las variables que hay que considerar para proceder al desconfinamiento?

Los criterios para establecerlo valorarán la evolución del contagio en cada zona, los resultados de las pruebas de inmunidad, la capacidad tecnológica de geolocalización y sus implicaciones legales, la atención a los sectores de mayor riesgo de vulnerabilidad económica, la logística de los suministros necesarios y hasta la posible puesta en marcha de las arcas de Noé. Este calendario de fechas, la configuración de los colectivos que lo compondrán y la concreción de las normas de distanciamiento social está protagonizando el análisis y el debate actuales por parte de los expertos que asesoran al Gobierno. ¿Y qué dificultades presenta la definición del proceso? La ciencia nos dará buenas noticias y las esperamos con confianza, pero actualmente no conocemos los detalles del virus en el nivel necesario y ese es el principal problema. Se han dado episodios de segundos contagios, se estudian posibles segundas olas, falta definir la efectividad de las mascarillas y los sanitarios enfrentan inesperados síntomas virulentos en población demasiado joven, entre otras muchas zonas oscuras de este enemigo invisible.

Por otro lado, la dificultad para disponer de pruebas de todo tipo, que la OMS ha definido como imprescindibles para el control de la pandemia, y la necesidad de realizarlas cuando lleguen, de manera prioritaria, a quienes más las necesitan (profesionales sanitarios, fuerzas de seguridad, servicios esenciales y residencias de ancianos) ralentizan los avances. Sin test masivos, el desescalado se hace prácticamente imposible y lograrlos en la cantidad que permita cribar a toda la población es improbable, pero necesario. A medida que dispongamos de ellos y nos garanticen resultados sobre la inmunidad, quizá podrá desconfinarse a las decenas de miles de personas que se han recuperado de la enfermedad. Este podría ser un primer colectivo en volver a la calle, creciente cada día, pero previos test, test, test.

Adicionalmente, debemos seguir mejorando la sostenibilidad de los hospitales en su capacidad para atender contagios, con los suministros y EPI (equipos de protección individual) necesarios para que la situación no empeore de nuevo cuando se aplique la desescalada.

Por último, existen colectivos de muy difícil tratamiento en este proceso, por un lado los que mayor riesgo asumen al ser contagiados, las personas de más edad; y por otro, los que más capacidad de contagio presentan, los enfermos asintomáticos. Todo indica que nuestros mayores y los que padezcan determinadas patologías serán los últimos en recuperar la capacidad de libre movimiento, y que los asintomáticos van a ser llamados a un confinamiento preventivo en lo que denominan arcas de Noé. Sea como sea finalmente, estos dos colectivos reflejan bien la complejidad del proceso de desconfinamiento y su tratamiento plantea disyuntivas de todo tipo, algunas tangentes a los derechos fundamentales.

Valorar inteligentemente todos estos factores de manera transversal; con el coste en vidas que supone cometer errores; y en las actuales circunstancias globales de dificultad, restricciones y urgencias de más de 200 países a la vez, es una de las más complicadas tareas a la que se han enfrentados los Gobiernos del mundo entero en las últimas décadas.

Llegará la desescalada, seremos desconfinados inteligentemente y definiremos una nueva forma de vivir en sociedad, pero ojalá que los que lo están decidiendo tengan la sabiduría de acertar en el plan y la agilidad de anunciarlo cuanto antes, para que iniciemos la reconstrucción del edificio en el descampado social y económico que nos vamos a encontrar.

 Fernando Tomé es Vicerrector de Estudiantes y Empleabilidad de la Universidad Nebrija

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