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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Transparencia para admitir el colapso del empleo y flexibilidad para recomponerlo

Buena parte de las recetas del ideario laboral defendido por el Gobierno deben ser revisadas

CINCO DÍAS

La factura del Covid-19 en el mercado de trabajo deja, en una primera entrega, una destrucción de 900.000 empleos, cuando solo han transcurrido poco más de un par de semanas desde que el Gobierno ordenó el confinamiento de la población y el parón de actividad. En abril y mayo persistirá el afloramiento de ocupación destruida, temporal o definitivamente, por el rigor de una epidemia global que en España se está cobrando facturas tremendas en número de infectados y de fallecidos. Esta semana el recurso a los expedientes de regulación temporal de empleo, pese al atajo gubernamental del permiso retribuido, se ha mantenido con la misma intensidad que en los últimos días de marzo; pero habrá que esperar a final de mes para conocer la profundidad real del daño. Será entonces cuando se disponga de una información veraz y detallada de la realidad, sin la que es imposible habilitar los instrumentos de protección laboral, y también los de recomposición del tejido empresarial.

Mientras que la Seguridad Social ha dado cumplido detalle del destrozo del Covid-19 en el registro de cotizantes, Trabajo ha escamoteado la dimensión verdadera de los expedientes de regulación temporal y su alcance en trabajadores afectados. La ministra, que sorprendentemente parecía no entender siquiera buena parte de las preguntas que se le formulaban, culpó a unas comunidades autónomas que no dan abasto a resolver expedientes, entre otras cuestiones por los cambios procedimentales introducidos de manera unilateral por el Gobierno. Mientras este admite solo unos 240.000 ERTE y 620.000 trabajadores con prestación, los datos agregados del servicio de empleo en todo el país acercan tal cuantificación a los tres millones de afectados, una cifra más coherente, pero pese a todo aún corta, con la fuerza laboral de las actividades que han ido parando en seco a partir del día 14 de marzo.

La comparación que más gráficamente ilustra lo que ha pasado con el empleo es que en solo dos semanas el coronavirus se ha llevado por delante tanto como los seis largos meses que sucedieron a la quiebra de Lehman Brothers en 2008. La dimensión real de la herida dependerá de la duración de la crisis sanitaria, y ya nadie apuesta a que sea de uno o dos meses, sino más. Por tanto, las autoridades económicas, y las laborales también, deberían ir pensando, tanto como lo hacen para proteger a los damnificados ahora, en devolverles a la normalidad en términos de crecimiento, generación de empresas y de ocupados. Y para ello se precisa flexibilidad de contratación y de extinción, fiscalidad favorable para emprender e invertir y más facilidad para generar riqueza. Buena parte de las recetas del ideario laboral defendido por el Gobierno deben ser revisadas.

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