Serenidad y realismo empresarial para afrontar la crisis
Tanto las compañías como los poderes públicos deben tener claro que el escenario puede variar rápidamente y que hay que estar preparados para afrontarlo.
La vertiginosa propagación del coronavirus Covid-19 está poniendo a prueba los sistemas sanitarios de buena parte de los países del mundo, pero también la capacidad de gestión de los gobiernos, el funcionamiento de los servicios sociales, los mecanismos de protección civil, la logística de las familias y el funcionamiento y capacidad de reacción de las empresas. La confusión que rodea la crisis, con información nueva y constante cada minuto, ha obligado a las compañías a poner en marcha planes de contigencia, así como a revisar y rehacer los cálculos con los que han comenzado el año. Previsiones, proyectos y presupuestos se han hecho pedazos frente a una amenaza que inicialmente parecía manejable, pero que ha causado ya un daño económico considerable a la economía mundial, además de una trágica factura en vidas humanas.
Las grandes empresas cotizadas se están viendo obligadas a cancelar y rehacer planes y números por causa de una crisis cuyo impacto en el crecimiento económico es todavía incierto, pero podría llegar a desencadenar incluso una recesión en la eurozona. Aunque existen sectores más directamente dañados –como el turismo, por ejemplo– todas las empresas y mercados están siendo perjudicados por los efectos derivados del miedo y de las medidas de contención y lucha contra el virus. Empresas turísticas como IAG, Meliá, Amadeus, Aena o Ferrovial están sufriendo de forma directa las consecuencias de las restricciones y de los cambios de hábitos de la ciudadanía, mientras factores añadidos, como la fuerte caída de las materias primas y el petróleo, el descenso de la demanda y de los precios en el sector eléctrico y la prolongación de un escenario de tipos cero y de un horizonte de deterioro económico, que acusan especialmente los bancos, están agudizando los efectos de la crisis.
En este contexto, a las empresas les toca asumir con realismo y serenidad el daño causado por la epidemia hasta el momento así como adoptar decisiones que permitan en lo posible reducirlo en lugar de retroalimentarlo. Como recomendaba ayer el último informe del FMI sobre España, al Gobierno le compete asegurar que el sector sanitario dispone de recursos suficientes para luchar contra la epidemia, además de proporcionar ayudas a los afectados. En ese línea se encuadra el plan de choque que ha anunciado el Ejecutivo y que incluye medidas como una moratoria en el pago de cotizaciones sociales o la posibilidad de facilitar el aplazamiento del pago de determinados impuestos, además de propuestas de flexibilización laboral. Pero tanto las compañías como los poderes públicos deben tener claro que el escenario puede variar sustancialmente en unas semanas y que hay que estar preparados para afrontarlo.