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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reto de calibrar el daño real pero aún incierto del coronavirus

El pánico vivido en los últimos días en la Bolsa es una reacción de manual frente a un riesgo nuevo, intenso y con un potencial de destrucción desconocido

CINCO DÍAS

Pese a las medidas de contención férreamente adoptadas por el régimen chino y las barreras y cuarentenas impuestas por el resto de los países, la propagación mundial del coronavirus Covid-10 es ya un hecho efectivo e irreversible como lo es también la factura que la epidemia está pasando  a la economía global. Con más de 50 países afectados, unas 84.000 personas contagiadas y cerca de 3.000 victimas mortales, la neumonía de Wuhan se ha convertido en un factor clave a la hora de realizar cualquier análisis geopolítico, y no solo a efectos sanitarios, sino también económicos y financieros. Las previsiones iniciales sobre si tendría o no un efecto importante en la economía mundial han dejado de ser meras hipótesis para convertirse en hechos concretos, que incluyen un descenso en la producción industrial, el recorte de ventas empresariales, la rebaja en las previsiones de beneficios de muchas empresas y un reguero de números rojos en las Bolsas mundiales, que durante la última semana han experimentado una caída superior al 10%.

A día de hoy, es difícil cuantificar cuál será el montante final de la factura, dado que ni siquiera es posible predecir con exactitud, más allá de paralelismos con crisis sanitarias anteriores, como la del Sars en 2003, qué horizonte temporal tendrá la epidemia y hasta qué punto las medidas de contención podrán ralentizar su expansión. Será precisamente la gestión de la crisis, tanto por parte de los organismos internacionales como de los gobiernos y de la propia sociedad civil, lo que determinará el coste final que dejará el virus tanto en víctimas mortales y enfermos como en daños económicos. Cuanto más serena, eficaz y proporcionada sea esa gestión, menores serán los costes colaterales que provocará la epidemia.

El pánico vivido en los últimos días en las Bolsas es una reacción de manual frente a un riesgo nuevo, intenso y con un potencial de destrucción desconocido. Los mercados están reflejando no solo el daño real a las empresas y las economías, sino también la fuerte incertidumbre que genera la propia evolución del virus. A medida que esa equis se despeje y comiencen a concretarse los límites de la crisis, probablemente asistamos a a una corrección de los abultados números rojos registrados los últimos días. En ese contexto, los inversores deben calibrar con tranquilidad sus posiciones y, como en todo escenario de alta volatilidad, identificar las oportunidades de un mercado que tiene siempre la tarea de hallar el equilibrio entre realidades y temores.

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