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BBVA debe dejar claro que espiar a la prensa contradice sus valores

Es muy dudoso que una vigilancia sistemática de las comunicaciones de empleados del banco con periodistas pueda tener encaje en un código de conducta como el de la entidad

CINCO DÍAS

El levantamiento del secreto de sumario del caso BBVA/Villarejo el pasado lunes ha desvelado nuevos detalles sobre la investigación de la trama de espionaje sobre políticos, empresarios y periodistas en la etapa en que el banco estaba presidido por Francisco González. En el sumario figuran datos sobre la vigilancia realizada por la entidad respecto a las comunicaciones de sus empleados con periodistas, un hecho que suscitó ayer una condena unánime por parte de las tres grandes asociaciones de prensa españolas.

Además de los indicios de espionaje ilegal a periodistas realizado por la empresa del excomisario Villarejo, el sumario ha puesto de manifiesto que BBVA examinó de forma sistemática miles de correos electrónicos y de llamadas realizadas y recibidas por empleados en busca de comunicaciones con periodistas. Aspectos como la hora de la comunicación, su duración y la localización del móvil corporativo –en el caso de las llamadas– o como el remitente, receptor, hora de envío y de recepción, personas en copia, asunto y si el mensaje fue abierto o no, en el caso de los emails, fueron examinados por directivos del banco. Según BBVA, se trata de actuaciones amparadas en la legalidad y en la propia normativa interna de la entidad, dado que los dispositivos de comunicación eran propiedad de esta.

La vigilancia masiva de las relaciones entre los empleados de una gran empresa –más aún de la relevancia de BBVA– y los medios de comunicación revela una ética empresarial cuestionable, además de una escasa comprensión del papel que juega la prensa en un Estado de derecho en general y en una economía abierta en particular. Como señalaban ayer con acierto las tres asociaciones de prensa, se trata de una práctica “que supone un ataque a la libertad de acceso a las fuentes y pone en riesgo la transparencia informativa”. Como también un modo de actuar que deslegitima cualquier discurso corporativo ejemplarizante sobre transparencia o ética empresarial.

Es muy dudoso que una vigilancia sistemática de las comunicaciones de empleados del banco con periodistas pueda tener encaje en un código de conducta como el de BBVA, que proclama que hay que comportarse “de manera íntegra y transparente” y que pide abstenerse de incurrir en comportamientos que de hacerse públicos se considerarían inadecuados o, en general, que sean contrarios a los valores de BBVA. Más allá de la legalidad o ilegalidad de las actuaciones en materia de protección de datos y de la posible responsabilidad penal que estas puedan entrañar, algo que corresponderá a la justicia determinar, la entidad debería dejar claro que el espionaje sistemático a empleados y periodistas en sus comunicaciones está en contra de sus valores.

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