Afrontar un futuro del automóvil plagado de incertidumbres
Para el sector del automóvil, 2019 definitivamente ha sido un mal año. Los datos de cierre de ejercicio dibujan un sector cuyas ventas han caído un 4,8% en turismos y todoterrenos –un 11,6% si analizamos solo las ventas a particulares– y que tiene ante sí un horizonte complejo y plagado de incertidumbres. La más importante de ellas tiene que ver con el negativo efecto que está provocando en las decisiones de compra de los consumidores las posibles restricciones a la circulación de coches de combustión. Una circunstancia que el año pasado causó un retroceso en las ventas del sector por primera vez desde 2012, tras la entrada en vigor en septiembre de 2018 de la normativa de homologación de consumos y emisiones WLTP. A todo lo anterior hay que unir la coyuntura de desaceleración del crecimiento, agravada por la inestabilidad política y la parálisis legislativa que ha desencadenado la ausencia de un Gobierno fuerte y pleno en funciones.
Del análisis de las cifras de la industria se desprende que las ventas a empresas han impedido que la caída de las matriculaciones en 2019 haya sido aún más grave y vertiginosa de lo registrado. Un descenso por encima del 11% en las compras de coches por parte de los particulares no es un hecho aislado, sino la consecuencia lógica de un entorno económico de riesgos crecientes que afectan no solo al futuro del automóvil, sino también al conjunto de la actividad. Además de las incógnitas que ofrece el marco regulatorio de reducción de emisiones respecto a los motores de combustión –una cuestión lo suficientemente importante como para desincentivar o al menos retrasar la decisión de adquirir un automóvil–, el sector se ha visto perjudicado por episodios de imprudencia política que han sembrado la confusión y la desconfianza respecto a los vehículos diésel y que han acentuado el proceso de enfriamiento de las matriculaciones durante el año que acaba de terminar.
Las previsiones de la industria para 2020 no son en exceso optimistas y preven un horizonte de estancamiento en las ventas. Desde el sector se reclama un plan integral que aborde los múltiples frentes que es necesario afrontar: desde mensajes de confianza a los consumidores hasta una hoja de ruta que prepare a la industria para superar con éxito la adaptación a un mercado del automóvil cada vez más exigente y sostenible y en el que la apuesta estratégica por el coche eléctrico determinará el futuro y la competitividad del sector.