Santa Cruz de La Palma, entrañable y fiestera
Los Indianos es la fiesta más conocida de la capital palmera
La capital de la isla de La Palma es una joya patrimonial de Canarias. Entrañable, encantadora y recoleta, Santa Cruz de La Palma muestra con orgullo un centro histórico que no deja indiferente a nadie: iglesias, palacios, fortificaciones y el propio trazado urbano son el testimonio de una historia vinculada a la tradición comercial e ilustrada del que fue uno de los puertos más importantes del Imperio español.
Y es que la urbe palmera tiene un notable pasado, con hitos que trascienden las fronteras insulares, además de un soberbio patrimonio inmaterial, que se manifiesta en un sugerente calendario festivo.
La historia de la ciudad comienza a finales del siglo XV, cuando la isla fue conquistada e incorporada a la Corona de Castilla. A partir de entonces, comenzó su pujanza económica.
Su relevancia en las rutas comerciales hacia Europa y, sobre todo, hacia América, fue tal que, en 1558, se instaló en su puerto el primer Juzgado de Indias. Se había convertido en un floreciente punto de exportación que atrajo a mercaderes y banqueros.
Esto, unido a la intensa actividad naval de sus astilleros, llegó a convertir a Santa Cruz de La Palma en el tercer puerto del Imperio español, después de Sevilla y Amberes.
Llegó a convertirse en el tercer puerto del Imperio español, después de Sevilla y Amberes
Este pasado ha dejado en el casco histórico un valioso legado de palacios, edificios de aire colonial y casas en las que aparecen elementos típicos de la arquitectura tradicional canaria, como los balcones de madera.
La calle Real, la principal arteria de la ciudad, aglutina comercios, plazas, casonas y edificios de interés, y en la plaza de España, punto de encuentro de los locales, se encuentran algunas de las construcciones más sobresalientes de toda la isla: el ayuntamiento y la iglesia de El Salvador, con su excepcional portada y un bello artesonado mudéjar, conforman un conjunto renacentista único en el archipiélago.
La placeta del Borrero, un rincón rodeado de casas del más puro estilo canario, es ideal para hacer una parada y disfrutar de un barraquito (café típico preparado con leche condensada, licor, café y leche y, a veces, un toque de canela y limón), un vino de la tierra o una cerveza artesanal.
La historia de Santa Cruz de La Palma está íntimamente vinculada al mar, claro. Un paseo por la avenida Marítima sirve para conocer la relación de la ciudad con el océano Atlántico, que, por un lado, permitió a los palmeros comerciar con medio mundo y cimentar su liderazgo comercial y cultural en Canarias, pero, por otro, facilitó la llegada de piratas como el francés François Le Clerc, uno más de los famosos pata de palo, el mismo que había saqueado Cuba, La Española y que arrasó la ciudad en 1553.
En dirección al puerto, se alcanza el castillo de Santa Catalina. Construido en la segunda mitad del siglo XVI, formaba parte del cinturón defensivo que protegía la ciudad de los ataques marítimos. Su silueta responde a las fortificaciones del Imperio español, con planta cuadrada y baluartes en las esquinas.
Las pequeñas dimensiones de Santa Cruz de La Palma permiten callejear sin rumbo y no perderse. Más allá de las calles cercanas a la costa, una red de callejuelas llevan a la ciudad alta. Desde el castillo de La Virgen, las vistas son impresionantes.
Al igual que el resto de los canarios, los palmeros son un pueblo alegre, como demuestran sus numerosas fiestas: la Bajada de la Virgen de las Nieves se celebra cada cinco años (toca en 2020) y tiene en la Danza de los Enanos uno de sus mayores encantos. Dos semanas de celebración que, a principios de julio, transforman por completo la ciudad.
Pero, sin duda, Los Indianos, que tiene lugar el lunes de Carnaval, es la fiesta más característica de la capital. Polvos de talco, ropa blanca, sombreros de paja y una gran muchedumbre invaden las calles en una peculiar explosión blanca.
La música ocupará una parte importante en estas fiestas navideñas. Se ha organizado un fin de año especial con más de 17 horas ininterrumpidas de música. Además, de Santa Cruz de La Palma parten rutas a pie que, en pocos kilómetros, te llevan del centro a plena naturaleza: el barranco de la Madera o los molinos de Bellido son dos buenas opciones.