Javier Andrés: “Ojalá un español funde una tecnológica en Silicon Valley”
Evenbrite estrena oficinas en la capital de España replicando el modelo de las que tiene en Palo Alto
En pleno Paseo de la Habana de Madrid, próximo al distrito financiero de la ciudad, en la planta baja de un edificio de viviendas de estilo convencial, se esconden las recién estrenadas oficinas de Eventbrite, que tienen poco de rudimentarias. Se nota al instante. Nada más traspasar los tornos que dan acceso a la oficina, los visitantes deben identificarse en una tableta. Uno tras otro, todos van recibiendo el mismo mensaje en su cuenta de correo electrónico: “Esperamos que disfrutes de tu visita a Eventbrite”.
Es solo una muestra de la fe casi infinita que la empresa, dedicada a la gestión de eventos y venta de entradas, tiene puesta en la tecnología como vehículo de comunicación, algo que, reconoce el responsable de la firma estadounidense para España y Portugal, quisieron hacer notar en sus instalaciones.
No fue la única consigna, advierte Javier Andrés (Logroño, 1980). “Nadie se imagina la de paredes que hemos tenido que tirar”, explica, acerca de la necesidad de la compañía de convertir en un espacio actual la antigua sede de la tabacalera Philip Morris en España, que tenía unas oficinas convencionales, con espacios bien diferenciados y despachos que articulaban jerarquías. Ahora es un lugar abierto, luminoso, en el que para estar en soledad apenas se reservan pequeños habitáculos en los que cualquiera puede tener una parcela de intimidad, pero de los que nadie puede adueñarse.
La comunicación debe fluir, y la creatividad también, al estilo Silicon Valley: los empleados comen gratis, incluido el menú vegano, disponen de paredes blancas para dibujar con rotulador cualquier idea fugaz y, por poder, pueden incluso trabajar con sus mascotas al lado.
La historia de Javier Andrés es la de un emprendedor español de los que se puede considerar de éxito. En 2009, al intentar vender por internet entradas para el evento benéfico de un amigo, vio un enorme agujero en el sistema. Una oportunidad que aprovechó. Fundó Ticketea y comprobó que el negocio era incluso más grande de lo que pensaba: los eventos masivos también tenían problemas para gestionar cuestiones organizativas y de venta de entradas.
Así, casi una década después, Ticketea ya organizaba grandes acontecimientos como el Tomorrowland o el Viña Rock, ambos en España. Entonces, llegó el gigante Eventbrite con una propuesta irrechazable.
“Nos conocimos y nos gustamos”, cuenta Andrés, sentado en uno de los sofás dispuestos para que los empleados se relajen en ellos y diserten. La operación, explica, no es la de un pez grande devorando al pequeño para quitarse competencia: “Lo que me convenció del acuerdo fue que apuestan por nuestro talento”.
Esta apuesta se refleja en la oficina. En la primera planta de la sede, los despachos tienen nombre de barrios significativos de la ciudad: Malasaña, Chueca, Lavapiés... Todos menos uno, donde solo pone un escueto Eventbrite. Es ahí donde la empresa tiene previsto impartir en un futuro las clases de su futura academia de empleados. Andrés saca pecho del producto patrio: “Los españoles no tenemos nada que envidiar a los estadounidenses en cuanto a talento. Lo único que pasa es que ellos de verdad van por la vida creyendo que pueden cambiar el mundo. Y así es como lo cambian”.
Eventbrite, que cuenta ahora mismo con 80 empleados, tiene previsto triplicar su plantilla en los próximos años e, incluso, exportar talento a San Francisco: “Mi mayor anhelo es que, en un futuro, un español funde una gran empresa tecnológica en California, y que ese emprendedor haya salido de aquí, que se encuentre entre nosotros”. Y cuando lo dice, cobra aún más sentido el enorme cartel que preside las instalaciones de las oficinas madrileñas: Tu entrada a Sillicon Valley.