Las ‘fintech’ orientan el rumbo de la banca
La red comercial de las entidades representa hoy el 40% de lo que era hace una década

El final de la carrera que ha emprendido la banca por recuperar la eficiencia y la rentabilidad perdida está el modelo y la propuesta de valor de las empresas fintech. Así lo han empezado a entender algunas de las más importantes entidades financieras en España y en el mundo, que han comenzado a cerrar acuerdos estratégicos con estos representantes de la innovación tecnológica dentro del sector financiero. En unos años, la banca ha pasado de ver en estos nuevos competidores una amenaza a contemplarlos como una oportunidad.
En unos casos, la colaboración persigue como fin principal que las fintech den servicio en aquellos segmentos específicos donde no compiten con la banca y, además, aportan eficiencia y capacidad para generar negocio, y en otros, aparte de esta función sinérgica o complementaria, la banca está empezando a convertirse en una de las principales fuentes de financiación de estas empresas, en condición de socio y coprotagonista en esta nueva etapa de la revolución digital del sector financiero.
Es la reacción esperada de un sector que, después de haber sido punta de lanza de la innovación tecnológica en España durante muchos años -de hecho, algunos se refieren a los bancos como las primeras fintech, recordando sus fuertes inversiones en tecnología en los años 90/2000-, el cambio hacia el nuevo paradigma digital le ha cogido con el pie cambiado. Es decir, con fuertes y pesadas estructuras corporativas y comerciales, y las consecuencias de una crisis económica y financiera que ha impuesto una larga era de bajos tipos de interés oficiales, que lastran recurrentemente su rentabilidad.
Por si esto fuera poco, la nueva regulación está suponiendo un gran catalizador para el sector. Directivas como la de servicios de pagos, que entrará en vigor el próximo 14 de septiembre, no sólo ponen punto y final al monopolio que mantenían los bancos en la oferta de cuentas bancarias, sino que permitirán a las fintech acceder a los datos de los clientes que obran en sus archivos, siempre que su titular lo autorice. Estamos, pues, ante un nuevo marco que favorece extraordinariamente la competencia y que va a trasladar la batalla por el negocio financiero al campo del dato, que pasa a ser el epicentro de la revolución digital.
Precisamente, una de las principales ventajas que han aportado las empresas fintech al ecosistema financiero, no ha sido solo ofrecer unos procesos mucho más ágiles, sencillos y transparentes, lo que redunda en eficiencia y ajuste de costes operativos, sino que su propuesta se ha centrado, además, en el objetivo de ofrecer más valor al cliente por la vía de conocer mejor sus necesidades y poder adaptar y personalizar sus productos y servicios. Esto significa que la aportación de valor de las fintech actúa tanto en la vertiente de la reducción de costes como en la de reforzar la vía de los ingresos. En el centro de este nuevo enfoque está, como decimos, el dato: la capacidad de procesarlos, analizarlos y emplearlos de forma inteligente en la vertiente del negocio.
La convergencia entre la banca y las fintech, aparte de los factores comentados, se está viendo igualmente alentada por un vertiginoso cambio en los hábitos de los clientes de la banca en los últimos años, consecuencia, principalmente, del extraordinario desarrollo de internet y la tecnología móvil. De hecho, los bancos han empezado a poner límites a determinadas operaciones básicas en las sucursales y las han derivado a sus plataformas online. El objetivo es centrarse en aquellas transacciones de mayor valor añadido, lo que, en paralelo, ha supuesto la transformación de la propia cultura bancaria y del perfil y habilidades de sus profesionales, hoy convertidos en gestores personalizados.
De alguna manera, se trata de un modelo que ya venían adoptando algunas de las fintech de mayor éxito, muy centradas en negocios de nicho, en los que concentran un profundo conocimiento y experiencia, y sobre los que superponen capas de tecnología para agilizar los procesos y dispensar una atención personalizada a los clientes.
El resultado de este proceso de transformación es una importante reducción de la red comercial bancaria, que ya representa el 40% respecto de su composición hace diez años –por el camino se han quedado 18.000 sucursales de las 45.000 con las que contaba el sector al inicio de la crisis–, y una transformación del propio negocio bancario, que incluso está adoptando la fórmulas de trabajo propias del sector tecnológico para ser más flexible, con la visión puesta en acortar los plazos de ejecución de los procesos y satisfacer mejor las necesidades de los clientes.
Por tanto, estamos antes una ósmosis entre la banca tradicional y el modelo que representan las empresas fintech, que terminará por transformar de manera radical el sector financiero. En el horizonte está el objetivo de ofrecer, a costes reducidos, y gracias a la contribución de las tecnologías, servicios financieros punteros, funcionales y de forma mucho más ágil a como se hacía hasta ahora. Además, la previsible y cercana aprobación de un sandbox en España, la particular regulación que debe permitir la innovación en el sector financiero bajo el control de las entidades supervisoras, deberá ser un importante acelerador del cambio.
Duarte Líbano Monteiro es Director general de Ebury para España y Portugal