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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Europa, al margen del liderazgo tecnológico

Frente a EE UU y China, la UE pesa cada vez menos en el área donde se dirime el poder mundial

Reuters

La guerra comercial con China iniciada por Trump es en realidad una guerra tecnológica que tiene como objetivo el liderazgo económico mundial. Es una guerra nueva porque la supremacía militar no es, al menos por el momento y confiemos que así siga, el argumento principal. Lo que se está ventilando es quién ostenta el liderazgo en el campo de las nuevas tecnologías o, lo que es lo mismo, el liderazgo en la inversión en investigación y desarrollo (I+D).

En sus comienzos, en los años setenta del siglo pasado, eran unas relaciones de suma positiva, en las que los dos ganaban. Para EE UU se abría un mercado inmenso que ofrecía enormes posibilidades de beneficios. Para China, el acceso a la tecnología norteamericana acortaba un camino largo y costoso hacia el progreso. China ha sabido aprovechar muy bien –acudiendo en muchas ocasiones a prácticas desleales– las lecciones de sus socios norteamericanos. Ello le ha permitido crecer de forma exponencial, y este despegue vertiginoso es visto ahora como una amenaza real. Las entonces relaciones de suma positiva son ahora de suma cero: lo que uno gana el otro lo pierde.

Estados Unidos no está hablando solo de relaciones comerciales y déficit exterior. Está hablando, sobre todo, de problemas de dominio de la economía mundial y de seguridad nacional. El armamento norteamericano lleva incorporados microchips suministrados por empresas de todo el mundo. Infraestructuras críticas pueden contener componentes de una docena de países, pueden necesitar actualizaciones de software de un proveedor que envíe información en tiempo real de un continente a otro. Como las fuerzas armadas norteamericanas están en todo el mundo, tienen que enviar datos a través de una red que le ofrece poca o ninguna confianza porque está trufada de componentes fabricados en China por empresas como Huawei.

Siempre que la seguridad nacional está en peligro aumenta la I+D que realiza el Ministerio de Defensa de EE UU, que es quien desde el principio ha tirado de la revolución digital. Trump ya ha autorizado una partida de gasto muy elevada (1.300 millones de dólares) para la investigación en ordenadores cuánticos capaces de alcanzar velocidades de procesamiento de la información hasta ahora desconocidas. EE UU va por delante en esta tecnología, pero China lo considera también una prioridad nacional.

La pregunta es saber quién va ganando en esta guerra, al menos por ahora. Para ello, lo mejor es mirar qué dicen los datos. Recientemente se han publicado dos bases de datos que pueden arrojar alguna luz. La primera es la base de datos Predict de la Comisión Europea, que proporciona información precisamente sobre el sector de las TIC y la I+D que desarrolla. De la misma se desprenden tres conclusiones de interés.

La primera es que por ahora gana EE UU en prácticamente todas las variables: el sector ligado a las nuevas tecnologías tiene más peso en la economía norteamericana que en China, invierte relativamente más en I+D, tiene más investigadores y más personal de apoyo a la investigación. Y, como era de esperar, la productividad es más elevada en EE UU que en China en todos los sectores, pero la diferencia en el de las nuevas tecnologías es menor. Dicho de otra forma, la brecha en eficiencia entre los dos países se está cerrando más rápido en estas industrias tecnológicamente mucho más avanzadas. La segunda es que China está acortando distancias a un ritmo acelerado. Por ejemplo, entre 2006 y 2016 la tasa de crecimiento en China del valor añadido en su industria tecnología ha sido el triple que la de EE UU; la de la productividad del sector ha sido 4,5 veces mayor, y la I+D ha crecido más del triple.

La tercera es la más dolorosa desde nuestra perspectiva, porque confirma sin paliativos que la Unión Europea es cada vez menos relevante en el campo tecnológico que es donde se está dirimiendo el poder mundial. En todas las variables, valor añadido, gasto en I+D, investigadores, personal de investigación y crecimiento de la productividad en el sector tecnológico, la UE va a la zaga de los dos gigantes. Eso nos pone en una situación de seguidores, lo que nos obligará a elegir entre los dos en el caso de que la situación de tensión empeore. Y eso es una pésima situación.

La segunda base de datos, recién publicada por la OCDE, tiene como título Medición de la transformación digital. Desde la perspectiva que nos ocupa, los resultados más interesantes son los siguientes. El primero, China todavía tiene una posición rezagada en la producción científica relacionada con la informática en general, situándose por detrás de EE UU y la UE-28. Sin embargo, en la investigación relacionada con la inteligencia artificial, aunque todavía está por detrás de EE UU, prácticamente iguala a la UE-28. Este resultado apunta a que, pese a estar todavía rezagada, está muy focalizada en las tecnologías más punteras y se aproxima a los líderes a gran velocidad.

Los datos apuntan a que China es mejor desarrollando ideas de otros que produciéndolas. Van muy por delante de EE UU, la UE-28 y por supuesto España en el peso que tienen las patentes ligadas con las nuevas tecnologías sobre el total. Pero donde son unos campeones es en todo lo que tiene que ver con restricciones al comercio y a la competencia. Ocupan la primera posición en las restricciones a la inversión directa extranjera, al comercio de servicios digitales y de telecomunicaciones, muy por encima de EE UU, la EU-28 y España. No es, por tanto, sorprendente que tenga a sus socios comerciales en pie de guerra.

Las reflexiones anteriores permiten insistir, una vez más, en los costes que tiene el abandono de la inversión en I+D+i en términos de potencial de crecimiento y bienestar futuro. China puede ser criticada por muchas cosas, pero lo que está claro es que tiene un objetivo: sacar a su economía de la situación de atraso relativo.

Para ello ha apostado con fuerza por la I+D y el emprendimiento. Esto es lo que los Premios Rei Jaume I a la Investigación y el Emprendimiento, que se fallan estos días en Valencia, insisten en destacar: la necesidad de apostar decididamente por lo importante en lugar de por lo urgente, porque nos estamos jugando un futuro que no pinta precisamente brillante ni para la UE, ni para España.

Matilde Mas es Catedrática de Análisis Económico en la Universidad de Valencia y directora de proyectos internacionales del Ivie

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