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Hoi An, bella e impasible al paso del tiempo

La ciudad vietnamita conserva el encanto de las reliquias Un remanso de paz en un país donde el ruido es la norma

Una calle de la ciudad antigua de Hoi An.
Una calle de la ciudad antigua de Hoi An.Inma Moscardó (Cinco Días)

Si su ruta por Vietnam ha empezado por las frenéticas Hanói o Ho Chi Minh –la otrora Saigón–, le resultará un remanso de paz o un viaje en el tiempo llegar a la bonita y tranquila Hoi An, en el corazón del país y bañada por el mar de China.

Y no es que en esta vieja metrópoli portuaria, con más de 2.000 años de historia, atravesada por canales y el cauce, hoy escaso, del río Thu Bon, no se sienta el ajetreo. Algo intrínseco a su pasado comercial y a su presente como atractivo para viajeros de todo el mundo gracias al casi intacto estado de conservación de la ciudad antigua.

Desde el siglo II fue un transitado puerto, que persas y árabes utilizaban como escala para el abastecimiento de provisiones; con el paso de los siglos fue punto de atraque de navíos chinos, japoneses, holandeses, portugueses, españoles, indios, filipinos, franceses, británicos y americanos en busca de sedas, porcelanas, té, especias, medicinas chinas o piedras preciosas.

Bañada por el mar de China, su casco viejo es una red de callejuelas donde destacan las antiguas casas de madera de los mercaderes

Hoy, ese trasiego comercial continúa en sus calles, pero de forma diferente. En algunas de las casas que los antiguos mercaderes alquilaban como viviendas y almacén encontrará bares y restaurantes de todo tipo con talleres de cocina incluidos para seducir aún más al turista; descubrirá librerías, tiendas de arte o artesanías y talleres exprés que igual le confeccionan en un pispás y a buen precio cualquier trapito de su diseñador favorito –tendrá que elegir la tela, que le tomen medidas y regatear el precio–, su modelo preferido de Manolos, Jimmy Choo o Louboutin o zapatillas de marcas prémium.

De sur a norte

Por la noche, el ambiente cambia; las casas se engalanan con los clásicos faroles rojos chinos –seguro que estará tentado de comprarse alguno para casa– y resulta muy agradable pasear, cenar o tomar una copa; por un momento pensará que el tiempo, por alguna razón, se ha detenido.

El río y los puentes conectan la parte antigua, al sur, y la Hoi An moderna, que se extiende hacia el norte. Entre las callejuelas de la vieja ciudad se mezclan historia y estilos arquitectónicos. Templos chinos de madera, coloridos edificios coloniales franceses o las típicas casas tubo vietnamitas.

El puente japonés.
El puente japonés.Inma Moscardó (Cinco Días)

Entre todos ellos, destaca el puente cubierto japonés, su principal icono. Fue el primer puente de la ciudad, construido en la última década del siglo XVI para enlazar los barrios chinos al otro lado del Thu Bon.

Para acceder a él tendrá que comprar una entrada que también le franquea el paso a otros lugares turísticos curiosos, como el Museo del Comercio de Cerámica, sobre todo, por el edificio donde se ubica, o antiguas salas de reuniones de diferentes congregaciones y épocas, entre las que destaca la de la etnia fujian. Entre las casas antiguas merece la pena visitar la capilla de la familia Tran, que se conserva prácticamente intacta.

Todas la noches en una de las orillas de río se monta un mercadillo nocturno que tiene mucho ambiente. Hoi An es, además, famosa por su playas; la mejor es la de An Bang, ideal para pasar un día de relax, también puede optar por una excursión en barco o en bicicleta o moto para descubrir los alrededores, llenos de campos de arroz.

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