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Análisis
Tribuna
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Cuenta atrás en la vorágine electoral

Asistimos a una campaña vacía en la que las ocurrencias sustituyen a las propuestas

GettyImages

Auna semana de las urnas, y solo éste es y será el escrutinio real, la demoscopia arroja predicciones cuando menos sumamente interesantes, pero sobre todo, inquietas para los populares. Se avecina, o mucho cambia la cosa y el voto bascula hacia esta formación, hacia su peor resultado después de las elecciones de 1977. Se rompería por abajo aquel techo de Fraga en ese suelo rocoso que siempre tuvo la formación. ¿Por qué? No hace falta que lo respondan, y muchos en ese partido aunque callen o traten de cambiar el discurso saben de sobra el porqué, aunque apelen a un voto útil que simplemente ya no existe en España. ¿Acaso es útil para el ciudadano el voto por entregárselo a una formación que apela al mismo? ¿para quién es útil? Todo se ha volatilizado. Y son los errores, y muchos del pasado, así como el tema de la corrupción que no es pasado, y la irrupción de una derecha plural la que ahora pasan factura pese a esta campaña durmiente o plana.

Algunos van a pagar sobre su cabeza y persona los errores y la soberbia de otros. Pero sin duda esta es una campaña vacía. Excesivamente plana, donde las ocurrencias y el insulto toman el pulso y donde no hay discurso que ilusionen por ningún lugar. Un todos contra los otros en esos dos bloques que, desgraciadamente siempre nos han dividido a los españoles. Como aquel corazón helado en sus dos mitades, porque una heló a la otra machadianamente.

Cuando en 2015 algunos lanzaban las campanas al vuelo por la irrupción de Podemos y el derrumbe que podría producirse en el Psoe, hoy ven en carne propia lo que está sucediendo en el otro bloque. El suyo propio. Y sucede porque el descontento y la desilusión amén de sentirse abandonados por parte del PP ha prendido como una mecha toda vez que ha irrumpido una formación, que aunque será difícil que tenga futuro y sea determinante, recoge ese descontento y hartazgo ante los vaivenes de una formación que ha dejado de ser predecible. Muchos quieren en su propio seno dar amortizado a Pablo Casado, a quien parece que le viene demasiado grande el puesto, pero que sí ha tenido el valor de borrar a muchos que se habían cobijado bajo las poltronas del poder y el escaño durante décadas, aunque el precio a pagar será alto.

Después del espejismo andaluz, donde hay que recordar que se perdieron en la formación de Moreno/Casado casi 400.000 votos, que se salvaron por la carambola de tocar poder, ahora viene la prueba de fuego para Casado y el castigo severísimo que sí o sí sufrirá la formación popular (si tomamos como pauta los 137 escaños de 2016) ahora ya desacomplejadamente de derechas y escapando de un centro donde muchos nunca estuvieron cómodos, toda vez que el centro simplemente no existe en España.

Vox pierde fuerza a medida que avanza la campaña. Falta discurso, faltan propuestas, argumentos y credibilidad. Pero es un voto castigo sobre todo al partido popular. Ahí está su caladero como también en el otro extremo de descontentos por la izquierda que puede bascular hacia ellos, pues sabido es que los extremos se tocan.

Quizás Ciudadanos pudo haber sido el verdadero árbitro de esta campaña. Pero su no es no a Sánchez y su promesa de no entrar en un gobierno con los socialistas les hace que se jueguen no solo su presente sino también su futuro en estas elecciones. Han recuperado algo de intención de voto, pero no lo que tuvieron hace ahora un año. Podemos sigue en caída aunque parece que han sido capaces de detener la hemorragia que no es poco. Los errores, las traiciones, las guerras intestinas, las disparidades crecientes entre formaciones integrantes y los egos los han dinamitado y solo aspiran a tener la llave que tuvieron en marzo de 2016 y tiraron a la basura.

Para Sánchez, el hombre hecho así mismo y a golpe de primarias, el perfil es bajo. Esa es su estrategia. Ser y sentirse víctima de todas las demás formaciones. Rehuyó el debate pero ir a él con tono conciliador y equilibrado. Es quién más tiene que perder y sabe que los otros candidatos, sobre todo dos de ellos, irán a degüello. Quién sabe qué costes habrá. Y cómo influirá un debate que tampoco ven tantos millones de electores como se pretende y que todos dicen ganar. Pero el maquillaje y encorsetamiento del guión tampoco deja demasiada esperanza para ilusionar. Sabe que tiene una oportunidad y en el peor de los casos sacará su mejor resultado en esta su tercera liza electoral. El felón y ocupa de Casado puede alcanzar y retener de nuevo la Moncloa, y ahora sí, sin una moción, y con podemitas y algunos nacionalistas, quizás solo con el PNV. Todo es posible y desarticular la acusación funesta de gobernar o querer hacerlo con etarras e independentistas. El tiempo lo dirá. Quién sabe. Algunos quizás solo aspiran a que en seis meses vuelva a haber elecciones. Estoy seguro que Casado y Rivera lo aceptarían si de esta no alcanzan el poder.

Lo mejor que podemos hacer los españoles es acudir masivamente a votar el próximo domingo, esa es la mejor lección que nos podemos dar. Voten, a quién deseen, pero háganlo, porque revitalizan en parte, solo en parte, una democracia demasiado mediatizada y algo mediocre sin embargo.

Abel Veiga es profesor de Derecho Mercantil en la Universidad Comillasl

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