La industria turística debe liderar su propia reconversión
El sector acierta al querer preparase para un futuro inmediato repleto de incertidumbres
Tras el intenso ciclo expansivo vivido en los últimos años, la industria turística española está comenzando a acusar los primeros signos de una desaceleración que preocupa, y con razón, al sector. Esos años de vacas cada vez más gruesas fueron el resultado de una oportuna combinación de factores, entre los que destaca el elevado flujo de turistas extranjeros que abandonaron los destinos turísticos del norte de África y arribaron a España para huir de la conflictividad desatada tras la Primavera árabe. Aunque el año pasado se cerró con un nuevo récord de turismo foráneo, por encima de los 82 millones de visitantes, la ralentización del ritmo de crecimiento es un hecho y apunta a que es necesario tomar medidas que neutralicen esos primeros indicios de enfriamiento. Exceltur, la organización que agrupa a las principales compañías del sector, presentaba hace unos días un documento en el que plantea la necesidad de sellar un pacto de Estado en la próxima legislatura con el fin de mitigar un frenazo que puede dañar no solo al mercado turístico, sino al conjunto de la economía española.
La industria tiene razón al querer prepararse para un futuro inmediato en el que las economías europeas tendrán que capear un buen puñado de retos, desde la desaceleración económica hasta los efectos del proteccionismo comercial o las consecuencias, aún sin calibrar, del Brexit. En ese entorno complejo y plagado de incertidumbres, el sector cuenta con su propio catálogo de riesgos, que incluye la recuperación y feroz competencia de plazas low cost como Turquía o Egipto y la urgente necesidad de abordar una reconversión que tiene pendiente desde hace años. En ese sentido, entre las propuestas del Pacto de Estado que defiende Exceltur, figura la puesta en marcha de una suerte de plan renove del litoral español con incentivos y facilidades crediticias al sector privado, así como un compromiso para evitar nuevas subidas de impuestos que graven los servicios turísticos, eleven costes y precios y resten competitividad al sector.
Las demandas de una política fiscal que no perjudique a la que sigue siendo la primera industria de España son razonables y más aún cuando en materia de tasas autónomicas a los servicios turísticos existe un verdadero reino de taifas que es necesario atajar. Pero la renovación, modernización y digitalización que buena parte del sector tiene pendiente constituye un reto que debe abordar y financiar principalmente la propia industria, aunque debidamente respaldada por unos poderes públicos que remuevan los obstáculos y rigideces que siguen lastrando a este y otros mercados.