España debe seguir sujetando las riendas de los costes laborales
Es una buena noticia que la industria constituya uno de los segmentos en los que esa disciplina se mantiene
Entre los ingredientes del coctel medicinal que explica la salida de España de la crisis y su vigorosa tasa de crecimiento respecto al resto de Europa destaca una política firme y severa de control de costes empresariales, especialmente laborales. Las medidas de austeridad que muchas empresas comenzaron a aplicar durante esa larga travesía en el desierto, y que supusieron en muchos casos altas dosis de sacrificio para las plantillas, se han traducido con el paso del tiempo en una importante recuperación de los niveles de competitividad perdidos durante los años en los que la economía española vivió por encima de sus posibilidades. Un ejemplo paradigmático de ese proceso de ajuste y dieta severa ha sido la industria del motor, que recuperó su musculatura vigorosamente gracias a una firme política de ajuste de costes, respaldada también por los sindicatos.
Los últimos datos apuntan a que las empresas españolas han comenzado a relajar la disciplina en esta materia, aunque lo han hecho de forma dispar según cada uno de los sectores. Durante el cuarto trimestre del año pasado, el coste laboral por trabajador creció un 0,9% respecto al mismo período del año anterior. Se trata del sexto trimestre encadenado en el que se registra un alza en este indicador, lo cual hace aconsejable extremar la vigilancia, pero se trata, de momento, de un crecimiento moderado. El grueso del incremento se concentra en el sector de la construcción, mientras que en la industria la factura se mantiene estancada. También resulta significativo el analisis comparativo de esos datos con los del resto de Europa, donde el indicador ha crecido tres veces más que en España.
La economía española debe seguir manteniendo vigilado el crecimiento de sus costes laborales, aunque ello no significa que ese control deba ser igualmente severo en todos los sectores, como tampoco tiene por qué serlo en todas las empresas. Es una buena noticia que la industria constituya uno de los segmentos en los que esa disciplina se mantiene, porque se trata de un factor imprescindible para poder competir en un mercado cada vez más globalizado. Pese a ello, el coste laboral no es la única variable que explica los altos costes de producción, en los que juega también el aumento de la inversión tecnológica y la mejora de los modelos de gestión. Es ahí donde está el gran reto del tejido empresarial español y europeo para los próximos años: avanzar en la digitalización y flexibilización productiva de una industria que tendrá que transformarse si quiere seguir compitiendo con éxito.