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El CEO de Lyft, un fanático del transporte que nunca conduce solo

Logan Green adelanta a su rival Uber en la carrera por salir a Bolsa

Logan Green, CEO de Lyft.
Logan Green, CEO de Lyft.HOGUE
Carlos Gómez Abajo

Su pasión es la movilidad, no tanto la tecnología. A diferencia de otros gurús de Silicon Valley, que lo mismo hacen una aplicación de magdalenas que una red social, Logan Green (Culver City, California, EE UU, 35 años) siempre ha estado interesado en el transporte, la actividad de Lyft, la plataforma de VTC implantada principalmente en EE UU que cofundó y de la que es CEO, y que ha adelantado a Uber por la izquierda al presentar antes su OPV.

Green creó Lyft como tal en 2013, con John Zimmer, presidente y socio. El pasado día 1 presentó su folleto para cotizar en Nasdaq, en una operación que esperan que valore la firma en un rango entre 20.000 y 25.000 millones de dólares. En su última ronda de financiación, la valoración fue de 15.000 millones. Enfrente está Uber, valorada en 76.000 millones, y que podría lanzar también su OPV este año, para conseguir una tasación de 120.000 millones.

Todo empezó en California. Green creció entre los atascos de Los Ángeles, cuando yendo en el coche de sus padres ya se fijaba en lo ineficientes que eran los coches utilizados por una sola persona.

Empezó a estudiar Informática en la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB), pero le parecía una carrera demasiado reglamentada, así que se pasó a Economía; ahora, sin embargo, se arrepiente de no haberse quedado con su primera opción. Durante sus años de universidad, evitaba ir en su coche solo, y optaba por el transporte público o por compartir vehículo con compañeros. Recurría también a los anuncios clasificados online para compartir viaje, pero le producía ansiedad no conocer al pasajero o al conductor de antemano.

Al darse cuenta de los límites del transporte público, creó un programa para compartir automóviles en el campus: adquirió cuatro coches y los puso a disposición de 2.000 usuarios, que podían desbloquearlos con identificación por radiofrecuencia.

También durante la carrera, Green creó The Green Initiative Fund, un fondo para financiar proyectos verdes en el campus, que aún funciona. Nada más graduarse, se convirtió en el director más joven de la agencia de transporte público de Santa Bárbara, donde llegó a la conclusión de que para mejorar el servicio hacían falta cambios a gran escala en la percepción de la ciudadanía. Así que sus siguientes proyectos irían por la rama privada. En 2006, viajó a Zimbabue y se fijó en una red de transporte colectivo del país para desarrollar una aplicación para compartir trayectos, que bautizó como Zimride. Y conoció –a través, cómo no, de Facebook– a John Zimmer, que vivía en Nueva York, y que tenía una visión común, idéntica más bien, sobre la movilidad.

Zimmer se ocupa del negocio y Green de la tecnología. El primero dice del segundo que es “introvertido”, pero también “extremadamente competitivo”.

En 2007, Zimride se lanzó en la Universidad Cor­nell (Nueva York) y luego en la UCSB. Green y Zimmer promocionaban el servicio disfrazándose de ranas. Acabaron mudándose a Silicon Valley, compartiendo apartamento-oficina.

En 2012, cambiaron el enfoque hacia trayectos más cortos y frecuentes que los que solían ofrecerse en Zimride. Y un año después, fundaron Lyft y vendieron su predecesora.

Green está casado con Eva Gonda, hija del multimillonario Louis Gonda, del sector inmobiliario y el capital riesgo. El propio CEO de Lyft tiene una fortuna personal de 300 millones de dólares, según Money Inc. La pareja vive en Menlo Park (California); Green nunca va solo a trabajar, y suele ir con Zimmer o se coge un Lyft. Los dos fundadores hacen ejercicio a diario.

A diferencia de Uber, que está implantada en 70 países –y tiene negocios de reparto de comida–, Lyft solo opera en EE UU y Canadá, por lo que se ahorra los problemas regulatorios de países como España. Según la compañía, su cuota de mercado en EE UU está cerca del 40%, y subiendo, gracias en parte a los escándalos de Uber. El cambio en la dirección de esta puede hacerle recuperarse frente a Lyft, que siempre ha tenido una imagen simpática, con bigotes rosas pintados en sus coches.

Ambas pierden dinero, pero tienen un enorme potencial de crecimiento. Lyft duplicó sus ingresos el año pasado hasta 2.200 millones de dólares, aunque las pérdidas crecieron un tercio, hasta 911 millones. Y los coches autónomos, negocio en el que ha entrado la compañía de Green, pueden ser la forma de ahorrarse los sueldos de los conductores, pero aún es una opción lejana.

Lyft ha designado a JP Morgan como su colocador principal para la OPV, y hay otros 28 bancos en la operación. Aunque como negocio es muy prometedor, la escasa liquidez del mercado y la competencia con la propia Uber o con otras tecnológicas como Airbnb, que también planean salir a Bolsa, puede dificultar el éxito de la oferta.

La empresa ha crecido paso a paso, sin el impacto mediático de otros gigantes tecnológicos. Ahora quiere dar un salto importante, pero conduce el prudente Logan Green... y no está solo.

Su alma gemela, John Zimmer

John Zimmer, cofundador y presidente de Lyft, creció en Greenwich (Connecticut), en la costa este de EE UU. Se graduó primero de su clase en Administración de Hoteles en la Universidad Cornell, y empezó a trabajar como analista inmobiliario en Lehman Brothers.

Al igual que a Logan Green, a Zimmer le impactaban los asientos vacíos en los coches. Acabó dejando su trabajo en Lehman Brothers –poco antes de que colapsara– para dedicarse en exclusiva a Zimride.

El directivo conoció a su esposa en Sevilla, mientras estudiaba allí. Tienen una hija.

Sobre la firma

Carlos Gómez Abajo
Licenciado en Físicas, máster en Periodismo UAM-El País y posgrado en Información Económica. Es redactor de Opinión de Cinco Días, y también ha escrito en Mercados y en la sección de ocio/lujo. Ha trabajado en el portal de noticias científicas Tendencias 21 y ha hecho traducciones, la mayoría de tipo económico.

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