Una economía que ha recuperado el vigor y afronta el reto de consolidarlo
Un decenio después de la gran crisis todavía faltan en España más de un millón de empleos
Diez años después de la crisis, España ha logrado reconstruir una economía cuyas constantes vitales superan ya los máximos que se alcanzaron en el ciclo alcista previo a aquella debacle. Los datos sobre el PIB de 2018 muestran un incremento superior al 8% respecto a 2008, el año en que la economía española dijo adiós abruptamente a los días de vino y rosas y entró en un oscuro pozo de destrucción de riqueza y empleo que duró seis largos años. La recuperación llevada a cabo en los cinco siguientes, impulsada por el deshielo del consumo y por un crecimiento exponencial del sector exterior, ha provocado un cambio en el perfil de la actividad, con un mayor peso de los servicios y un claro retroceso del sector de la construcción. En contraste con ese proceso de terciarización, la industria y el mercado inmobiliario no han logrado todavía recuperar los niveles de producción y de empleo anteriores a la crisis, especialmente en el caso de este último, cuyo peso en el PIB es todavía un 38% menor que en 2008. También la renta de los asalariados en términos corrientes está ya por encima de la de entonces, pero aún así, un decenio después de la gran crisis todavía faltan en España más de un millón de empleos para recuperar los niveles de ocupación anteriores a 2008.
Tras esos intensos años de crecimiento y recuperación, la actividad ha comenzado a acusar una cierta desaceleración, que se explica no solo por el contexto de enfriamiento global en los países industrializados, sino por el proceso de maduración propio de toda convalecencia. Pese a ello, España sigue a la cabeza de la UE en ritmo de crecimiento y exhibe una musculatura muy difícil de imaginar hace tan solo unos años. Esa fortaleza, en la que ha jugado un papel clave el aumento de la competitividad gracias a la rebaja de los costes salariales, así como una importante agenda de reformas estructurales, afronta ahora un escenario de incertidumbre en el mercado mundial, con un abanico de riesgos que incluyen, entre otros, la guerra comercial entre Washington y Pekín o el desenlace y gestión del Brexit. En esta nueva etapa, España deberá continuar consolidando su economía y seguir también creando empleo, un objetivo que exige avanzar en las reformas estructurales que aún quedan pendientes, pero también no ceder terreno en aquellas que han funcionado razonablemente, como es el caso de la aplicada al mercado laboral. En un mercado mundial cada vez más globalizado, todo aquello que favorezca la liberalización y flexibilización constituye un paso adelante para consolidar el crecimiento.