Una crisis latente que no es tanto económica como de gobernanza global
Alemania alerta sobre la pérdida de confianza de la ciudadanía en el sistema
En la edición de este año del Foro de Davos hay dos palabras –crisis y desconfianza– que están muy presentes en discursos, debates y declaraciones. Las últimas previsiones económicas del FMI, presentadas el pasado lunes, han confirmado, por un lado, que el crecimiento mundial se está desacelerando a un ritmo mayor del esperado, pese a que existen economías, como la estadounidense o la española, que resisten el tirón y mantienen sus expectativas. Los efectos de la guerra comercial que enfrenta a Washington y Pekín, el alza de tipos de interés en Estados Unidos, las tensiones de un Brexit que no acaba de definirse en sus términos y la incertidumbre de unos mercados financieros que observan nubes sobre el horizonte explican que el optimismo no sea la nota más característica de esta nueva edición del Foro. Las ausencias de grandes líderes políticos –Donald Trump, Theresa May, Emmanuel Macron o Xi Jinping–, inmersos en la tarea de apagar fuegos internos en sus países, dibuja un horizonte mundial atenazado por un crisis creciente de confianza que afecta no solo a la política o la economía, sino también al modelo de gobernanza global.
La canciller alemana, Angela Merkel, recordaba ayer que el mundo vive todavía sobre los efectos de la gran crisis financiera que lo sacudió hace una década, y alertó de que buena parte de la ciudadanía ha perdido su fe en el sistema, lo que explica el repunte del nacionalismo y del proteccionismo, pero también invita a reflexionar sobre el papel que desempeñan hoy las grandes instituciones internacionales, como el FMI, el Banco Mundial o el BCE. El discurso de Berlín en Davos aboga por recuperar el orden multilateral que surgió tras la Segunda Guerra Mundial, algo que exige a los países mirar más allá de sus propios intereses nacionales. Se trata de una tesis exactamente contraria a la que defiende EE UU, que reclama mayor protagonismo de los Estados nacionales frente a las instituciones globales, pero que aboga también por reformar el actual papel de estos organismos.
Aunque la agenda oficial del Foro incluye desde cuestiones medioambientales hasta la digitalización, el gran riesgo que planea sobre el mapa de las economías mundiales ahora mismo ha dejado de ser puramente económico para adquirir rasgos geopolíticos, diplomáticos y gubernativos. Son retos distintos, pero también interconectados; no en vano, la desconfianza ha sido siempre una de las grandes amenazas de la paz, la prosperidad y el crecimiento.
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