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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un Presupuesto que no estimula la actividad cuando más se necesita

El Presupuesto diseñado consagra, por opción política, el giro intenso en la política económica, encaminada a la redistribución de la riqueza y despreocupada de la generación de la misma

CINCO DÍAS

El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2019 presentado ayer en el Congreso contiene más dudas que certezas, y las tiene tanto de naturaleza técnica como política. Técnica porque las cuentas están construidas sobre una previsión de déficit fiscal muy exigente (1,3%) con un crecimiento económico menguante (2,2%), que convierte el cumplimiento de los ingresos en un ejercicio complicado, pues además de estimar incrementos muy generosos para algunos impuestos y cotizaciones, fía una parte nada despreciable de los recursos a la magia de nuevos tributos creados que no entrarán en vigor antes de mediado el ejercicio. La meta de déficit fiscal no dispondrá, además, de ayuda alguna por parte de los gastos, puesto que todas las partidas suben, especialmente aquellas ligadas a prestaciones de los pasivos, que registrarán un récord histórico y que contienen una elevada dosis de intencionalidad electoral.

Los gastos están también en buena parte condicionados por las inversiones, un capítulo al que el presidente del Gobierno ha fiado el respaldo parlamentario a sus cuentas, de las que depende su continuidad en la administración del Estado. El fuerte incremento de las inversiones en Cataluña, de hasta un 67% para llegar a la cota estimada del Estatuto de la región, pretende despejar la duda política razonable de que las cuentas de este año puedan entrar en vigor y obviar la prórroga de las que para 2018 aprobó el Parlamento a iniciativa del Gobierno Rajoy. A fecha de hoy no hay compromiso alguno de que las cuentas tendrán validez, y de este hecho depende que España se aleje definitivamente de la vigilancia europea con un déficit del 1,3% del PIB, que lleguen al 1,8% como pretende el Gobierno para disponer de más margen de gasto en un año rabiosamente electoral, o que se desvíen hasta el 2,4% si hay que prorrogar íntegramente las cuentas de 2018, tal como admitió ayer la ministra de Hacienda.

Más allá de estas dudas capitales, que condicionarán la financiación de la economía (tanto de la deuda pública como de la privada), el Presupuesto diseñado consagra, por opción política, el giro intenso en la política económica, encaminada a la redistribución de la riqueza y despreocupada de la generación de la misma. El fuerte incremento de los impuestos (la recaudación estimada crecerá un 9,5%) se concentra sobre todo en las empresas, con elevación de la cuota liquidable en Sociedades y las aportaciones a la Seguridad Social. Lo más alejado a los estímulos que la actividad económica precisa en un momento en que la desaceleración se ha hecho muy evidente y la creación de empleo estimada puede reducirse a la mitad que en 2018.

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