La marcha de Qatar de la OPEP es una hábil forma de irritar a Arabia Saudí
Está poco claro que pertenecer al cártel traiga beneficios a los países pequeños
Qatar ha encontrado una nueva forma de irritar a Arabia Saudí. Desde junio del año pasado, el pequeño estado del Golfo Pérsico, de 2,6 millones de personas, se ha enfrentado a un bloqueo espeluznante de su vecino con relativa despreocupación. Ahora abandona con la misma indiferencia la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el otrora todopoderoso club del que Arabia Saudí es el líder de facto.
Qatar tiene buenas razones para hacerlo. Para empezar, puede permitírselo. En octubre, Doha proporcionó solo 600.000 barriles de los 33 millones de barriles diarios de la OPEP, mientras que Arabia Saudí aportó 10,7 millones. El desarrollo de sus enormes reservas de gas natural bajo en carbono debería impulsar la producción en términos de barril de petróleo equivalente de 4,8 millones a 6,5 millones durante la próxima década. Y la pertenencia a la OPEP no ha impedido que Arabia Saudí y otro país miembro, Emiratos Árabes Unidos, corten los vínculos económicos con Doha.
Antes, Indonesia, Gabón y Ecuador ya suspendieron temporalmente su pertenencia al grupo (Indonesia vuelve a estar fuera). Pero la salida de Qatar, a bordo desde 1961 (al año de fundarse la OPEP), llega en un momento en el que cada vez hay más razones para que los miembros más pequeños del grupo cuestionen sus beneficios. Al fin y al cabo, a menudo reciben un trato injusto, porque la capacidad de producción excedentaria se concentra en gran medida en manos saudíes. En verano, por ejemplo, la decisión de la OPEP de bombear más petróleo permitió a Riad ganar cuota de mercado y enormes beneficios.
Los eventos de esta semana podrían ser aún más molestos para países como Qatar. En la cumbre del G20 celebrada este fin de semana en Argentina, el presidente ruso, Vladímir Putin, y el príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salmán, acordaron prorrogar un pacto de cooperación entre la OPEP y los países no miembros que en su momento condujo a un recorte en 2016, y cuyos detalles se discutirán en una reunión de la OPEP el jueves. Fue otra potente señal de que la pertenencia al grupo no garantiza tener un puesto en la mesa.
La decisión de Qatar de renunciar al club sugiere que los beneficios de ser miembro de la OPEP son cada vez más difusos. El costo decreciente de la energía renovable y el épico crecimiento de la producción estadounidense inevitablemente disminuirá la influencia del cártel.
Mientras tanto, el resultado lógico del apoyo público de Donald Trump a Mohammed Bin Salmán tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi por agentes saudíes es que es más probable que el príncipe heredero se incline ante el deseo del presidente de Estados Unidos de que bajen los precios. Dado que los intereses de Moscú y Washington son escuchados antes que los suyos propios, no es de extrañar que un país como Qatar esté votando con los pies.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías