Una devaluación salarial muy mal repartida para superar la crisis
La Administración pública mantuvo la ocupación, pero las actividades privadas perdieron el 20% del empleo
Está en la naturaleza de las economías capitalistas que en periodos recesivos las empresas que tienen por norte maximizar el beneficio para garantizar su supervivencia despiden a parte de sus trabajadores o rebajan sus sueldos, y que las Administraciones públicas ni se inmutan, y si lo hacen es para ampliar plantillas y elevar sueldos. España ha sido un clarividente ejemplo de este doble comportamiento en la devastadora crisis del último decenio. Un análisis detallado de la evolución de los sueldos del periodo que enlaza los últimos años de ajuste y los primeros de la recuperación revela que los asalariados del sector privado se han estancado, con pérdida de poder de compra, mientras que los del público lo recuperan notablemente. Y todo ello mientras la Administración pública mantuvo la ocupación y las actividades privadas perdieron el 20% del empleo.
El informe de remuneraciones elaborado por Estadística evidencia la intensa devaluación salarial del sector privado de la economía, que ha sido clave para recuperar niveles competitivos de costes y lanzar las exportaciones un 50% sobre los valores previos a la crisis, y convertirlas en el pilar más sólido de la recuperación de la actividad y del empleo en los últimos años. Y tal recuperación ha servido también, junto con las subidas nada pequeñas de impuestos, para que el Estado y sus satélites autonómicos y municipales recuperasen la solvencia y el crédito perdidos para poder financiarse.
Pero hubiera sido más razonable que el reparto de la carga de la crisis hubiese sido más equilibrado, entre niveles de renta y naturaleza del empleador, porque si la aportación en periodos duros es equitativa, es menos exigente en términos individuales. En economías en las que el tamaño del Estado es tan generoso como en la española, en la que el ingreso y el gasto público se mueven en valores cercanos al 40%, la Administración pública, que tiende a engordar en periodos de bonanza, debería ceder terreno en favor de la economía privada y no abstraerse de los sacrificios cuando llegan.