El caso Kashoggi plantea los pros y los contras del ‘CEO’ Bin Salmán
El príncipe, a pesar de su vena autoritaria, personifica un reino más abierto y progresista
Si Arabia Saudí fuera una corporación, su presidente ejecutivo estaría valorando cambiar a su CEO, cuyos subordinados han sido acusados oficialmente de asesinar a un civil desarmado. Pero no es una empresa: es una monarquía absoluta, con un rey y un príncipe heredero.
Con todo, la analogía es válida. Arabia Saudí es una nación rica que se ha embarcado en un ambicioso cambio de rumbo para afrontar el día en que ya no pueda depender del petróleo para financiar el bienestar de sus ciudadanos ni el fastuoso estilo de vida de su realeza. La pregunta que ha de responder el rey Salmán Bin Abdulaziz, de 82 años, es si el arquitecto de esa estrategia existencial, su hijo Mohammed Bin Salmán, el príncipe heredero de 33 años, sigue pudiendo ejecutar su plan Visión 2030.
La atracción de capital extranjero es fundamental para la idea de transformar la economía de Bin Salmán. El asesinato del periodista Jamal Khashoggi, que el reino reconoció el sábado, ha dañado su capacidad para cumplir ese objetivo. Eso no quiere decir que las empresas de EE UU y Europa no vayan a seguir haciendo negocios con la Casa de Saúd. Pero invertir en una empresa cuyo líder se percibe como cómplice de asesinato es más difícil.
Riad ya tenía dificultades: las entradas anuales de inversión extranjera directa de 1.400 millones de dólares en 2017 fueron las más bajas en más de un decenio. Si no se dispone de este dinero y no se mantienen los altos precios del crudo, a los saudíes les resultará más difícil alejarse de los combustibles fósiles, reducir el paro y hacer crecer su sector privado. El potencial de proyectos como la megaciudad Neom puede malograrse.
Sin embargo, la posibilidad de que el rey eche a su CEO sigue siendo remota. En parte, por la extensión del control y la popularidad de este entre los jóvenes. Más importante es que el príncipe, a pesar de su vena autoritaria, personifica un reino más abierto y progresista. Sin él, la Visión 2030 estaría nublada. Pero con él, la inversión necesaria para que salga adelante podría no materializarse en absoluto.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías