Parque Nacional Denali, el santuario de lo salvaje
Es una de las zonas más vírgenes e inhóspitas de Alaska Explore este otoño los dominios del alce, el grizzly y el caribú
Olvide lo que le hayan contado, esto es lo realmente salvaje. Los indios atabascanos fueron los primeros en explorar este territorio de Alaska. Siguiendo el curso del río Nenana en busca de nuevas rutas de caza, se adentraron en este entorno indómito cubierto de tundra y de taiga, de bosques boreales plagados de osos grizzlis y forjado por gigantescos glaciares y montañas de granito.
Entre todas ellas se elevaba una cumbre descomunal de nieves perpetuas y casi siempre oculta por la niebla. Denali, el alto, fue como nombraron a esta montaña, hoy corazón del santuario de lo salvaje y parque nacional desde 1917. Rescatemos nuestro espíritu de aventura y pongamos rumbo norte.
Los dueños del lugar
El Parque Nacional Denali es uno de los principales reclamos de Alaska, que atrae 432.000 visitantes. Desde Anchorage, la ciudad más poblada del estado, avanzamos 386 km por la Ruta 3 en dirección Fairbanks. Atravesamos pueblos de la América más profunda, como Talkeetna, donde el tiempo parece haberse detenido desde la fiebre del oro (siglo XIX). La cercanía al Ártico ahuyenta las abundantes masas boscosas en favor de un paisaje que a cada kilómetro se vuelve más desolador y, a la vez, más espectacular.
Tratamos de divisar el Denali (6.193 m) –o McKinley hasta 2015, cuando fue rebautizada–, la montaña más alta de Norteamérica, entre las afiladas cumbres de la cordillera de Alaska, pero la bruma nos lo impide. Señales de tráfico alertan del peligro de cruce de alces. Ya hemos llegado.
El parque nacional se fundó en 1917 para salvaguardar este entorno indómito de 24.585 km2 donde la fauna salvaje es la única reina del lugar.
El verano es la época más popular para visitar la zona, sin embargo, el otoño presenta sus credenciales cuando el turismo escasea y abunda la vida silvestre. Mientras el alce se engalana para la berrea, los osos grizzlis salen en busca de alimento por los montes de píceas en vísperas de la hibernación.
Los caribúes emigran hacia el sur, las ovejas de Dall se refugian en las cumbres y los lobos dominan las llanuras. A finales de septiembre, las extensiones de taiga de las tierras bajas se tiñen de tonos rojizos y la tundra de las altas se conserva húmeda, casi esponjosa. Los ríos bajan cargados de sedimentos desde los glaciares aferrados a las laderas de las montañas y el otoño termina con las primeras auroras boreales. Pero ¿qué pintamos nosotros en medio de este espectáculo natural?
Palabra de ranger
Una sola carretera de gravilla y 148 km conecta la entrada oriental del parque con el poblado de Kantishna al oeste. Y el autobús es la única forma de recorrerla. Al menos desde el puente del río Savage (km 24) donde no pueden pasar los coches.
En la entrada del parque (8,50 euros) se encuentra la mayor parte de los servicios. Desde el centro de visitantes, los rangers (guardabosques) le guiarán por lo senderos que se pierden en la espesura y en el centro Wilderness aprenderá todo lo necesario para sobrevivir en la naturaleza.
Los niños acuden como locos a las demostraciones de trineos de perros y los más aventureros acuden al centro Backcountry para obtener el permiso antes de explorar y acampar en solitario en el parque nacional. Sin duda, la auténtica forma de descubrir la grandeza de este lugar. Para muchos, de locos.
Sin embargo, la inmensa mayoría apuesta por tomar el icónico autobús (gratuito) de línea con su cámara y prismáticos listos para descubrir este entorno salvaje de una manera no tan salvaje. El conductor no dudará en detenerse al más mínimo atisbo de vida animal o para contemplar el imponente monte Denali.
Alpinismo, rafting, pesca, ciclismo, rutas en raquetas de nieve o en trineo en invierno también son opciones muy válidas para exprimir la zona al máximo. Riley Creek es el área de acampada más concurrida de las cinco de que dispone la reserva, y el mejor lugar para intercambiar impresiones frente a una fogata. Además del camping, dispone de múltiples opciones de alojamiento en las inmediaciones, desde lujosos lodges de cabañas a económicos bed & breakfast. Llegar al Denali en tren desde Anchorage también es muy tentador por el paisaje. No tanto por el precio (150 €).