Repsol se emancipa del pasado
La salida de Caixabank deja, aparentemente, a la petrolera sin accionista de referencia La compañía rompe definitivamente sus lazos familiares con Gas Natural y La Caixa
A la vista de la evolución de su paquete de acciones en Repsol, bien podría afirmarse que La Caixa (hoy Caixabank)comenzó su salida de la petrolera en el mismo momento en que entró. Su desembarco en la compañía, allá por 1996, respondió a su intención de proteger a su joya de la corona, Gas Natural (en la que controlaba un 34% del capital), de las fauces de los ejecutivos de la petrolera aún pública (que tenía en la gasística también algo más del 30% de las acciones) nombrados por el Gobierno de José María Aznar.
El “maltrato” que Alfonso Cortina, a la sazón presidente de Repsol, y su equipo, infligían a Gas Natural, a “la que consideraban una filial de segunda categoría y donde imponían su voluntad”, según fuentes cercanas a ambas empresas, llevaron a la entidad financiera, entonces presidida por Josep Vilarasau, a colarse en el capital de la petrolera, en el que nunca llegó a alcanzar el 16%.
Coyuntural o no, el lobby catalán pudo comprobar que pese a tratarse de una participación minoritaria, esta resultó suficiente para gobernar Repsol. Con la llegada del PSOE al poder, tras las dos legislaturas de Aznar, La Caixa hizo valer su poder, con el apoyo de los socialistas catalanes, para hacerse con el consejo de administración de la petrolera. Sin ofrecer resistencia, y pese a estar ya totalmente privatizada, en 2004, Alfonso Cortina dejó la presidencia que, desde entonces, ocupa Antonio Brufau. En ese momento era el máximo ejecutivo de Gas Natural.
Lo vasos comunicantes banco-petrolera-gasística han sido una constante en unos años no exentos de conflictos de familia y en los que, a pesar del poder atribuido a los dirigentes de La Caixa, no ha resultado menor el de los responsables de Repsol.
De la provisionalidad de la presencia de la entidad en el capital de la petrolera da cuenta el que jamás adquiriese una acción más de la que tenía cuando se hizo con los mandos. Muy por el contrario, el paquete ha ido languideciendo y desde hace años figuraba claramente como una inversión disponible para la venta.
De hecho, con la creación de su holding empresarial, Criteria (propietario del 20% que aún mantiene en Gas Natural, en junio bautizada como Naturgy), la participación en Repsol no se colgó del mismo y siguió directamente en manos del banco. Esto lo colocó bajo la lupa del BCE, que exige a la entidadco dedicarse exclusivamente a su negocio básico.
Este hecho fue la prueba determinante de la escasa voluntad de permanencia en la petrolera de una entidad durante años presidida por Isidro Fainé. Aquella se justificó por la protección de Gas Natural y por unos dividendos que las distintas crisis del crudo y el descalabro por la expropiación de YPF debilitaron. La participación de Caixabank (desde hace tiempo por debajo del 10%) fue siempre en descenso y una buena parte se transformó en derivados financieros (equity swaps) .
Desaparecidos estos motivos, ya que la petrolera salió de Naturgy la pasada primavera con la venta de su 20% a CVC-Alba, Caixabank ha decidido hacer las maletas. Tanto aquella desinversión de Repsol en la energética, como la ahora anunciada por parte de la entidad financiera forman parte de un viejo acuerdo entre las partes.
Como es sabido, Caixabank estaba esperando únicamente el mejor momento en Bolsa (que la acción de a petrolera, castigada por la crisis del petróleo de 2016, se recuperase por encima de 16 euros), para evitar mayores minusvalías. De haber vendido hace un año, las pérdidas, que se saldarán en unos 700 millones de euros (o menos, si logra vender bien el paquete que enajenará en los próximos meses), habrían superado los mil millones.
La operación es ya conocida: tras la venta del 4,61% del capital de Repsol por unos 1.300 millones de euros, con la liquidación de dos equity swaps, se desprenderá del restante 4,75% antes de que acabe el primer trimestre de 2019 (podría haber vendido ya una parte, según fuentes empresariales).
Repsol se libra así de las cadenas del pasado y se convierte en “una petrolera como las demás”, indican fuentes del sector. La venta de Naturgy le ha permitido entrar en el negocio eléctrico, en el que, siendo su accionista, tenía una clara incompatibilidad. En línea con su plan estratégico, la compañía ha adquirido activos eléctricos de Viesgo: dos centrales de ciclo combinado, varias hidráulicas y su comercializadora en el mercado libre con una cartera de 750.000 clientes. También ha dado los primeros pasos para entrar en el negocio de renovables, con proyectos fotovoltaicos.
Una estrategia dirigida más a mejorar la imagen en unos tiempos dominados por la lucha contra el cambio climático, que a incrementar su volumen de negocios, que seguirá centrado en su actividad tradicional, especialmente, la de exploración y producción.
Hay quien opina que con la salida de Caixabank, Repsol se queda sin accionistas de referencia (en la misma situación que Iberdrola). Una falsa apariencia, pues la entidad ya no lo era, al menos, en cuanto a servir de parapeto a una posible incursión hostil. A la vista de su salida largamente planeada, de haberse producido alguna opa, todo apunta a que Sacyr, el segundo inversor con un 8% de la petrolera podría ser la siguiente en vender.
El mercado no parece anticipar que la salida de Caixabank tenga un impacto en los inversores. Por contra, analistas citados por la compañía consideran que una posible presión a la baja en la cotización de Repsol en el corto plazo puede ser una oportunidad para entrar a precios más atractivos.