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Tribuna
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¿Bancos o supermercados?

La innovación tecnológica conlleva que los prestamistas estén reorientando su modelo de negocio

Imagen de la ‘Family Store’ de Caixabank en Málaga.
Imagen de la ‘Family Store’ de Caixabank en Málaga. Caixabank

CaixaBank entrará en el mercado de la distribución de electrodomésticos y gadgets electrónicos. Lo hemos leído hace unas semanas en prensa. Ha creado la marca Family­Store e instalado una tienda piloto en una de sus antiguas sucursales en Málaga. Si el experimento saliese bien, la entidad financiera ha anunciado que impulsará el crecimiento de este negocio aprovechando antiguas localizaciones del banco en lugares con fuerte flujo de visitantes.

Hasta cierto punto, el anuncio supone un desafío del orden establecido en el sector del retail, lo que ha propiciado la dura reacción de las asociaciones de comerciantes de este tipo de productos. Una vez más, y lo hemos visto en el caso de los taxis y de otros sectores de actividad tradicionales, estamos ante los movimientos sísmicos de un mundo que no termina de resignarse a los cambios tan profundos que se están produciendo en los modelos de negocio y que, en buena medida, vienen propiciados por la innovación tecnológica.

Sólo era cuestión de tiempo, pensábamos algunos, que la banca se apuntase a explorar y explotar nuevos modelos de negocio que hasta hoy nos podrían parecer impensables, dada la naturaleza de sus actividades, prácticamente circunscritas desde hace siglos al comercio de productos financieros. Por los signos de cambio que comienza a emitir el sector parece claro que éste ha empezado a entender que el sino de los tiempos actuales lleva estampada la palabra mutación. Transformaciones que vienen propiciadas por la innovación tecnológica y su ritmo frenético de avance, un fenómeno al que hay que sumar los constantes desbordes que se producen entre campos muy diferentes de actividad y modelos de negocio, y que realimenta un proceso de creatividad ininterrumpido y cada vez más acelerado.

Sometida la banca a la competencia de las fintech en determinados negocios de nicho en los que resultan vencidas por procesos más ágiles, transparentes y con menores coste por competidores con menor estructura física, pero mayor soporte tecnológico, y en medio de una caída dramática de los márgenes de intermediación, era solo cuestión de tiempo que el sector reaccionase. En un futuro no muy lejano es previsible que experiencias como ésta se repitan en otras marcas bancarias, y no solo en el campo de la distribución de artículos de consumo, lo que supone además para los bancos una vía para intensificar su negocio asociado al crédito, sino también en el del resto de productos y servicios financieros, como parece lógico. En este sentido, la proliferación de marcas fintech muy eficientes propiciará acuerdos de distribución en los que el banco actuará como intermediario, generándose así nuevas fuentes de ingresos sin apenas asumir nuevos riesgos. 

En consecuencia, si los operadores de telefonía participan en el negocio bancario, si las plataformas sociales entran en el negocio de los pagos, lo mismo que las empresas de distribución en el negocio del crédito, ¿qué impediría a los bancos a convertirse en marcas de distribución? A su favor juegan varias fortalezas: la banca dispone de marcas sólidas y reconocibles. La superación de la crisis financiera y de consumo, a pesar del enorme coste que le supuso en términos de empleo, cierre de sucursales y concentración del mercado, ha dotado de un perfil más rocoso y resistente a las entidades supervivientes, lo que refuerza su imagen de confianza entre el público. Adicionalmente, el sector sigue contando con una red capilar que, aun mermada en su composición, sigue siendo amplia y está estratégicamente ubicada en los lugares de mayor tránsito de público en las ciudades. Y a ello se une el concurso de las tecnologías digitales como aliadas en la labor comercial y de promoción.

Hace unos años resultaba imposible pensar que los ciudadanos o las pequeñas y medianas empresas pudieran acceder a servicios financieros complejos a través de plataformas digitales en internet, y hoy se trata de un uso cotidiano que les otorga múltiples ventajas. Pues bien, nos hallamos en ese momento apasionante en el que la creatividad, alentada por las numerosas posibilidades que nos aportan las tecnologías, pueden dar lugar a transformaciones de los agentes económicos y de los mercados, con la certeza de que, esta vez sí, en el centro de la ecuación está el cliente, ese objeto de deseo por el que merece la pena asumir el riesgo de adaptarse a sus necesidades.

Duarte Líbano Monteiro es director general de Ebury para España y Portugal

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