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Rennes, la ciudad de madera

Es una de las localidades más animadas y festivas de Francia. Los incendios devastaron esta bella urbe de la Edad Media.

La rue du Chapitre, con algunas de las casas más antiguas de Rennes
La rue du Chapitre, con algunas de las casas más antiguas de RennesInma Moscardó

La capital de Bretaña, en el noroeste de Francia, suele ser una ciudad a la que se llega casi de puntillas, por casualidad. Para muchos viajeros es únicamente la puerta de entrada al célebre monte Saint Michel –a poco más de una hora en coche–, en la vecina Normandía, ya que el aeropuerto de Rennes es el más cercano para visitar su no menos famosa abadía.

Pocos saben que Rennes es una ciudad de lo más animada, llena de universitarios con ganas de marcha y terrazas desperdigadas por sus calles haga frío o calor; es también la localidad de Francia que más entramados y fachadas de madera medievales atesora y es la cuna de las crepes, que en realidad aquí se llaman galettes y aunque solo sea por probarlas, la visita ya vale la pena.

Le sorprenderá su aire monumental con sus grandes edificios y sus clásicos tejados de pizarra negra, tan populares en la arquitectura francesa, y le recordará a otras ciudades del país vecino como las espléndidas París o Burdeos, solo que en pequeñito.

Una terraza de Rennes.
Una terraza de Rennes.I.M.

Rennes tiene su propia historia que se remonta al siglo II antes de Cristo y fue bastión importante del reino de Bretaña durante la Edad Media hasta unirse a Francia en 1532 tras la boda de Ana de Bretaña con el rey francés Carlos VIII, primero, y Luis XII, después.

Callejear por la historia

Uno de los mayores encantos de la ciudad es lanzarse a sus calles y descubrir historias antiguas en cada esquina. Callejuelas estrechas que conservan sus viejos empedrados y fachadas de madera tan inclinadas que parece que se van caer. Pero no se preocupe, es una treta arquitectónica que utilizaban los bretones para ganar espacio y eludir impuestos.

Una de las calles que conserva tres de las casas más antiguas de la ciudad es la rue du Chapitre. Allí parece que se desató el incendio que asoló la ciudad durante seis días en 1720 y que acabó con muchas de las viviendas. La proximidad de las casas favorecía la propagación del fuego y solo se salvaron de la quema 270 del más de millar que existían. Hoy esta calle peatonal está llena de bares, tiendas y locales con encanto y allí se instalan creadores independientes.

Otras vías donde merece la pena perderse y disfrutar de la arquitectura medieval son du Champ Jacquet, Saint-Georges, Saint-Guillaume o la rue Monnaie, donde está la antigua Maison Ti Koz que data del siglo XVI. En las animadas Saint Michel y la place Sainte Anne se concentran bares y restaurantes con terrazas al aire libre y un gran ambiente.

El edificio más emblemático de Rennes es el Parlamento de Bretaña, construido en el siglo XVII, aunque nunca actuó como tal sino como corte de Justicia, hoy sigue siendo sede del Tribunal Superior de Justicia de la región.

Una gran plaza, construida posteriormente en honor al rey Sol, Luis XIV enmarca el edificio. En tiempos de la Revolución se instaló allí una guillotina que sirvió para que los reos juzgados y condenados pasaran directamente de la sala de juicio al cadalso.

El edificio sufrió dos graves incendios, el de 1720 y otro en 1994, durante las manifestaciones y disturbios en protesta por la política europea de pesca que acabó con el tejado y artesonado del palacio devorado por las llamas. La restauración duró diez años y costó 54 millones de euros.

La Gran Sala es una de las más llamativas del Parlamento y escapó a las llamas gracias a un lecho de ladrillo refractario colocado bajo la estructura. Su techo es único en Francia. Grandes lienzos de suelo a techo, inspirados en el renacimiento italiano, enmarcan las paredes. Está sala fue concebida por Charles Errard, el gran artista de la época y pintor de cabecera de Luis XIV cuyos trabajos también dejaron su huella en Versalles.

Su obra en el palacio bretón está considerada como la más importante de su carrera. En la imponente sala, donde hoy se celebran juicios de la región, destacan dos balconcitos o logias, diseñados para que Ana de Bretaña pudiera seguir las sesiones, aunque nunca fue.

La sala de los pasos perdidos o de los procuradores es otra de las joyas. Es la más grande y fue totalmente restaurada. El techo está engalanado con pan de oro.

La catedral de San Pedro es otro de los edificios importantes. Lugar de culto desde el siglo VI, sorprende su fachada neoclásica entre tanto entramado medieval. La catedral, dedicada a Luis XIV, era, en origen, de estilo gótico, pero se derrumbó y se tardó siglo y medio en su reconstrucción. Dos torres de 48 m dominan el edificio que se terminó en 1830.

Las puertas Mordelaises, en la calle homónima, son las únicas que se conservan de la antigua muralla medieval. Entrada principal a la ciudad, su puente levadizo sirvió de parapeto contra las tropas inglesas.

Guía de viaje

Cómo ir. Iberia Express tiene dos vuelos –jueves y domingos– desde Madrid a Rennes y desde 39 euros trayecto. El viaje dura 1h 20 minutos, en un más que confortable avión. A destacar el servicio y trato de la tripulación.

Dónde comer. Crêperie Saint Georges (Chapitre, 11) famosa por sus deliciosas galettes, tanto saladas como dulces

Un plus. La Oficina de Turismo, ubicada en la capilla del antiguo hospital Saint Ives y el mercado, en la plaza de Les Lices, los sábados.

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