_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una transición energética justa y sostenible

Dos terceras partes del planeta no han alcanzado aún los estándares del bienestar que gozamos en el otro tercio del mundo

Antonio Brufau Niubó

Repsol ha presentado recientemente una actualización de su plan estratégico para los próximos años y, más recientemente, la pasada semana, nuestra compañía anunció la compra de activos de generación de electricidad de bajas emisiones de Viesgo. Ambos hitos hay que contemplarlos en el contexto actual, que gira en torno a la transición energética y a la preocupación creciente por el cambio climático. En la sociedad española se ha instalado un debate, que va en aumento, sobre cómo debemos transitar del actual modelo energético hacia otro menos intensivo en carbono.

No debemos quedarnos en la idea simplista de que la transición energética es un mero cambio de un tipo de combustibles a otros. Este concepto requiere una definición más actual, seria y desapasionada. Quizás convendría empezar por hablar de transiciones energéticas en plural, ya que no todos los países o regiones tienen un punto de partida común y no hay una única solución que permita recorrer ese camino del mismo modo. Lo cierto es que habrá tantas transiciones energéticas como realidades locales, siendo este un elemento clave en cualquier análisis.

Los diferentes puntos de partida para las transiciones energéticas tienen una explicación histórica. Aquellas sociedades que en los siglos XIX y tuvieron acceso a una energía asequible y competitiva (en su mayoría carbón, petróleo y gas) parten de una situación privilegiada respecto al resto. La contribución de estos combustibles al progreso de la sociedad global es algo innegable y ha constituido una parte fundamental que no puede ser ignorada. Pero hablemos de futuro. Dos terceras partes del planeta no han alcanzado aún los estándares del bienestar que gozamos en el otro tercio del mundo; y uno de los principales motores para conseguirlo es, sin duda, la energía. La responsabilidad de las compañías energéticas es doble: seguir proporcionando el suministro a las sociedades modernas y ocuparse de aquellas que aún no han alcanzado el progreso necesario. Este gran consumo de energía que necesita el futuro tiene que combinarse con otros objetivos estratégicos: la seguridad de suministro, el acceso a la energía de toda la población, la competitividad y la sostenibilidad del planeta. Y las piezas clave que nos permitirán equilibrar estas palancas no son otras que la innovación y las políticas regulatorias.

Ahora, más que nunca, necesitamos innovación en energía. El sector del petróleo y del gas está firmemente comprometido desde hace muchos años en la lucha contra el cambio climático y lo estará cada vez más en el futuro, tomando decisiones orientadas a que nuestro negocio sea menos intenso en emisiones. Para ello, necesitaremos el avance de tecnologías que nos permitan una mayor eficiencia energética o que se basen en la economía circular, y tendremos que diversificar nuestra oferta y abrirnos a otros sectores que nos ayuden a adaptarnos con mayor rapidez a las demandas de la sociedad. Esto es lo que hemos hecho recientemente en Repsol, apostar por el binomio gas-renovables como factor determinante en el éxito de la transición energética, complementando nuestros negocios más tradicionales que, sin duda, tienen un relevante papel que cumplir ahora y en el futuro.

Debemos apoyarnos en mentes jóvenes, emprendedoras, digitales, que vean el futuro con otros anhelos y pretensiones. Para movernos con los tiempos debemos aprovechar nuestro impulso y nuestra maquinaria tecnológica, pero mirando a través de otros ojos. Debemos invertir en innovación, en startups, sin miedo a aprender de las nuevas necesidades que aún están por llegar y, lo que es más importante, sin miedo a equivocarnos.

No debemos perder de vista que uno de los principales focos de innovación y tecnología es, sin duda, la industria. La industria representa valor, empleos de calidad, inversión, modernidad, desarrollo tecnológico… Sólo si la industria puede competir, generar riqueza y tener el peso que le corresponde en el producto interior bruto de un país, podremos conseguir una transición económicamente viable.

Antonio Brufau es presidente de Repsol

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Más información

Archivado En

_
_