Naturgy invita a la competencia a una rápida transición energética
El cambio en la valoración de parte de sus activos generará unas pérdidas de unos 3.000 millones de euros es un gesto al resto del sector a replicar la operación
Aunque llevaba varios meses en el cargo, Francisco Reynés comenzó ayer de facto su gestión en Naturgy (hasta el pasado miércoles Gas Natural). Había pilotado ya el ajuste del consejo con una reducción del número de miembros, había modificado el segundo escalón de gestión y asistido a un cambio muy significativo en el accionariado de la energética tras la salida de Repsol, pero su verdadera etapa en la empresa empieza ahora. Comienza con un cambio del nombre de la compañía que es toda una declaración de intenciones que pretende llevar la corporación a los negocios plenamente verdes, y con un plan estratégico, presentado ayer en Londres, con inesperadas novedades financieras, que intensifican el mensaje de transformación, y con decisiones sobre el destino de los resultados que la sitúan a la empresa entre las más generosas con los accionistas a final del periodo del plan, en 2022. En concreto elevará el reparto de dividendos en un 59%, hasta los 6.900 millones en los próximos cinco años.
Pero la decisión más llamativa del plan es el reajuste en el valor de sus activos de generación más sucios por valor de 4.900 millones de euros, a la mitad del valor asignado hasta ahora en libros, de acuerdo con el que le asigna el mercado. Es un paso en firme hacia la transición energética que se abre paso en el mundo y que intensificará la actividad en la generación limpia, y en la liquidación paulatina de la de carácter fósil y productora de residuos, como es el carbón, el gas y la energía nuclear.
Este cambio en la valoración de parte de sus activos, que generará unas pérdidas de unos 3.000 millones de euros en este ejercicio, es una invitación obligada al resto del sector a replicar la operación, especialmente a las dos grandes compañías energéticas del país, cuales son Iberdrola y Endesa. Aunque todas ellas hacen gala de su condición de empresas verdes, desprenderse de los activos sucios no deja de ser una intención estratégica para la que nunca es buen momento, aunque en parte haya estado hasta ahora paralizada por las decisiones gubernamentales, especialmente con la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares defendida por el Ejecutivo del Partido Popular.
El giro de Naturgy sí está más alineado con la estrategia energética del nuevo Gobierno, que ha defendido en Europa un incremento notable de la generación verde en las próximas décadas, y que supone marginar lentamente la energía nuclear, y la obtenida con carbón o con gas. Pero más allá de las apuestas de las empresas, el Gobierno tiene que concretar la transición ecológica de la que hace gala y que hasta ahora solo ha esbozado y que precisará de un amplio consenso parlamentario para blindarse de cambios ulteriores, dado que las corporaciones precisan de previsibilidad para financiar sus planes de expansión y modernización.