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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Urge firmeza, pero también pragmatismo para frenar la guerra comercial

Europa se juega no solo una enorme factura económica, sino también su prestigio como potencia mundial

La guerra comercial que enfrenta a Estados Unidos con medio mundo, principalmente, China, Europa, México y Canadá, puede tener consecuencias nefastas para la recuperación del crecimiento global. El temor a un frenazo económico planea ya sobre los mercados y ha dejado caídas que han llegado a superar incluso el 2% en los parqués de ambos lados del Atlántico.  Los inversores temen, con razón, la impredecible evolución de una escalada que comenzó con el aluminio y el acero y ha ido extendiéndose a miles de productos del comercio global entre unos y otros países. El último episodio de esta guerra arancelaria, desarrollado entre Washington y Pekín, son los rumores de que Trump podría anunciar el bloqueo de operaciones de inversión de compañías con al menos el 25% de la propiedad china en empresas tecnológicas estadounidenses y limitar la exportación de tecnología a China en un intento de frenar el desarrollo de la propiedad intelectual en el país.

Los exportadores españoles han reaccionado con lógica preocupación ante el endurecimiento de un escenario que para España no es nuevo, pero que puede agravarse de forma muy severa. EEUU mantiene desde hace años barreras arancelarias y administrativas a la importación de varios productos españoles –la aceituna negra es un ejemplo– que ni siquiera las buenas relaciones comunitarias con la Administración Obama han conseguido eliminar. Con unos precedentes como esos, resulta comprensible que los empresarios españoles reclamen medidas más enérgicas por parte de Bruselas, que ya ha respondido a la ofensiva estadounidense con sus propias sanciones, aunque lo ha hecho de forma moderada y siempre dentro de las normas de la OMC.

Europa se juega mucho en esta guerra comercial. Se juega no solo una enorme factura comercial y el riesgo de un retroceso en la recuperación económica, sino también su prestigio político como potencia mundial y su capacidad de hacerse respetar. Urge un ejercicio de cordura y pragmatismo, así como un esfuerzo de diálogo, pero debe tratarse de un intercambio sin concesiones gratuitas, que aspire a frenar esta ofensiva y a desbloquear todas las barreras que amenazan el comercio global.

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