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Tribuna
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El ‘efecto Hierro’: jefe por sorpresa

La súbita designación del nuevo técnico del conjunto nacional tiene paralelismos en el mundo de la empresa

Reuters
CINCO DÍAS

La súbita e inesperada designación de Fernando Hierro al frente de la selección española de fútbol es una situación con claros paralelismos en el mundo de la empresa, y que, de hecho, es bastante frecuente. Ocurre, por ejemplo, cuando el dueño de la empresa fallece repentinamente, o se cesa de forma fulminante al director o se marcha de la compañía sin previo aviso. De repente, alguien que no lo esperaba (o, al menos, que ¡no lo esperaba tan pronto!) se encuentra ejerciendo de primer ejecutivo de la compañía, sea uno de los hijos, uno de los empleados de confianza o el que “había por ahí a mano”.

En la mayoría de estas emergencias, las personas escogidas para tomar repentinamente las riendas de la nave no están preparadas para ello. Su elección no procede de un plan de carrera con un itinerario diseñado a tal fin. Y, sin embargo, curiosamente muchos de estos casos de jefes por sorpresas acaban en historia de éxito. Recuerdo a un presidente de una gran empresa que me contaba que él nunca quiso ser presidente ni dedicarse al negocio del padre, en absoluto. Pero cuando el fundador falleció inesperadamente, al ser el mayor, tuvo que aparcar sus sueños y ponerse al frente del negocio familiar. Hoy, veinte años después, esa empresa emplea a más de mil personas y es una gran multinacional. ¡Y el presidente aún afirma que ése no es su trabajo, ni su sueño, ni lo que quiere hacer en la vida!

¿Qué fases se viven en este tipo de tesituras? La primera es de susto monumental. De pronto, ese nuevo jefe deja la tranquilidad del segundo plano para ser el centro de todas miradas. Sabe que le toca dirigir a profesionales veteranos, muy preparados, que saben lo que hacen y que están acostumbrados al directivo anterior. Un equipo que quizá le mire con cierto recelo porque sospechan (o lo saben con certeza) que el nuevo jefe no está lo bastante preparado y que su aterrizaje en el puesto ha estado motivado por las circunstancias. No es fácil de digerir esta situación para el nuevo ejecutivo, que se siente observado con lupa y sabe que tiene mucho que demostrar en muy poco tiempo. Necesitará armarse de atrevimiento, valor y prudencia. También puede ser muy útil apoyarse en un asesor experto que le ayude a dar los primeros pasos, con el que compartir las dudas y temores, y que sirva de apoyo y contraste en las decisiones.

La primera regla es la que con buen criterio ya ha anunciado que va a adoptar el nuevo seleccionador: “de entrada ¡no cambiar nada!”. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Y si no funciona, lo prudente es observar y esperar a tener más elementos de jucio para mejorarlo. Lo peor que se puede hacer es empezar enseguida a tocar cosas “para que se vea que hay nuevo sheriff en el pueblo”. Ese error puede conducir a tomar decisiones precipitadas y a entrar con mal pie en el equipo.

La escucha activa de los miembros del equipo es otro elemento fundamental. Contar con los profesionales que ya sabían hacer muy bien su trabajo antes de la llegada del nuevo jefe. Hay que acercarse a todos ellos para entender quién es quién, qué hacen, cuál es su función, etc. Nada de dejarse llevar por los chismes de pasillo; siempre habrá unos cuantos que querrán aprovecharse “del nuevo”, más aún si es inexperto, para tratar de influirle o de obtener un beneficio.

Trabajar intensamente es otra de las vías que tiene ese jefe inesperado para ganarse a su nuevo equipo. Que el equipo sienta que el nuevo se está dejando la piel, que se ha puesto al día y que, mucho antes de lo esperado, ya sabe del negocio lo suficiente para poder tener una buena interlocución con todos. Ser prudente, pero no blando. Tomarse un tiempo para hacerse con el puesto, y tomar sus primeras decisiones explicando bien el por qué de cada una también ayudará. Otra norma elemental es salir del despacho, no limitar el trato al resto del equipo directivo. Hay que acercarse a la gente de base, conocer a los empleados, a los clientes, paséarse por el almacén y presentarse a todos los que se pueda. Si la gente de base confía en el nuevo jefe, ya está ganada la mitad de la batalla.

Y por último, ¡disfrutar! Al nuevo jefe le ha caído del cielo una enorme responsabilidad, pero también una oportunidad profesional única, un tesoro. Hay que intentar cambiar el estrés por ilusión y la presión por trabajo y esfuerzo. Antes de lo que ese jefe piensa, se habrá hecho con el cargo y estará dirigiendo algo grande con solvencia. Su nuevo impulso, fresco, sin vicios del pasado, sin costumbres ya instaladas, con una nueva visión, puede hacer que la empresa entre en un nuevo e ilusionante camino.

Paco Muro es Presidente de Otto Walter International

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