Un blindaje para los conflictos geopolíticos
Las energías limpias son determinantes para aislar los costes energéticos de interferencias externas
Ha sido la noticia de los últimos días y todo indica que lo seguirá siendo. Trump ha vuelto a dar la espalda al mundo y ha roto unilateralmente el pacto nuclear con Irán, el tercer mayor exportador de crudo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), con todas las consecuencias que ello implica. El restablecimiento de las sanciones económicas a Teherán limita la oferta de petróleo en el mercado mundial y, con una demanda creciente, los precios suben. Dicho de otro modo: menos ventas, menos producción, menos oferta en los mercados, más demanda y los precios del barril disparados a máximos de 2014.
Y, cómo no, esta situación tiene su impacto directo en el bolsillo de los consumidores, más aún cuando el petróleo representa todavía el 30% de la demanda de energía primaria en el mundo y cuando en España más del 70% de la energía es importada y el crudo constituye más de un 40% de ese total. Si el oro negro había perdido unos cuantos quilates, el significativo repunte que ha experimentado en las últimas jornadas impacta directamente en el consumo y el ahorro de los hogares. De hecho, los primeros cálculos ya apuntan a que esta situación podría costar 0,5 puntos al PIB, es decir, unos 5.500 millones de euros. Una vez más, España se ve arrastrada por los conflictos geopolíticos derivados de su excesiva dependencia de las energías fósiles. ¿Hasta cuándo?
En situaciones como esta, cuando aumentan los precios del petróleo y se recrudecen los conflictos en los países exportadores, se vuelve a abrir el debate, ¿qué pasaría si nuestro país fuera autosuficiente desde el punto de vista energético?
Pues bien, lejos de que pueda parecer una utopía, el desarrollo e implementación de las energías limpias avanza a golpe de políticas de los países para frenar el cambio climático, con el inexorable avance del ahorro energético en todos los campos, la cada vez mayor eficiencia y rentabilidad de las energías renovables, la gran apuesta por los coches eléctricos, el salto de muchos sectores industriales, los avances en las nuevas baterías que permitan almacenar electricidad a pequeña y gran escala... Al igual que la Edad de Piedra se terminó con miles de millones de piedras sin pulir, la era del petróleo acabará con miles de millones de barriles sin utilizar. O utilizados de forma innecesaria. Y es que el crudo está condenado a desaparecer como fuente de energía primaria, como también ya le sucediera al carbón, que fue la base de la industria y del crecimiento hasta que aparecieron otras alternativas.
Y España, que fue pionera en la escalada de las energías renovables allá por los años 2007-2008, pero que sufrió una brusca moratoria provocada por los cambios regulatorios y la crisis mundial, da buena cuenta de ello. Sobre todo después de que en los últimos días haya perdido un nuevo arbitraje –de la treintena que quedan pendientes– por el recorte a las renovables, concretamente el que planteó el fondo de inversión Masdar, del emirato de Abu Dabi.
Después de todo, el país es consciente ahora de que gracias a la riqueza de sus recursos y al avance y maduración de la tecnología, que llevan asociado el abaratamiento de los costes, las energías limpias son competitivas por sí mismas, sin necesidad de tarifas o subvenciones que las soporten, por lo que puede convertirse en el motor europeo que conduzca hacia esa transición energética sostenible que acabe con la elevada exposición económica a los conflictos geopolíticos, como el que ahora ha brotado entre Irán y Estados Unidos, y que se posicione también como ese viento de cola capaz de impulsar el despegue y mantener el ritmo de crecimiento de la economía española.
Las energías renovables no son flor de un día, sino que resultan determinantes a la hora de blindar los costes del consumo energético de interferencias externas. Las previsiones macroeconómicas no deberían estar a expensas de los vaivenes de la cotización del crudo. España puede, y debe, ser independiente, energéticamente hablando. Y la apuesta por las renovables serviría como coraza frente a esos conflictos geopolíticos y decisiones de la OPEP que nada tienen que ver con nuestros intereses. Así, aunque por ahora el petróleo sigue siendo la columna vertebral sobre la que se mantienen nuestras necesidades energéticas, el escenario está preparado para evolucionar en los próximos 5, 10 o 20 años. Si no fuera así, ¿por qué algunas petroleras están haciendo fuertes inversiones en empresas productoras de energías alternativas? El futuro es verde, aunque algunos todavía lo vean negro.
David Ruiz de Andrés es Presidente Ejecutivo y Consejero Delegado de Grenergy