El mercado financiero también alberga lobos con piel de cordero
Pese a las advertencias, existe una demanda ajena al riesgo que supone contratar con chiringuitos financieros
La macrooperación decretada el pasado lunes contra un chiringuito financiero en Madrid, que se ha saldado de momento con al menos un centenar de detenidos, es un ejemplo más de la existencia de un mercado financiero B que opera al margen de los reguladores y en el que el riesgo de estafa es exponencial. Desde el año 2006, los supervisores han advertido sobre más 4.000 entidades de inversión con este tipo de perfil, mientras que el año pasado la CNMV publicó 53 avisos de plataformas peligrosas para el inversor. La investigación en curso, iniciada hace seis meses, constituye una de las mayores efectuadas en España. La firma investigada, que cambiaba de nombre y administradores para dificultar su rastreo, actuaba con el nombre de Plataforma VLT y Centrum Platinum y captaba clientes por teléfono para vender warrants. Un modo de operar muy común en este tipo de chiringuitos, cuyo negocio pasa por contactar particulares y ofrecerles productos sofisticados sin tener que cumplir la normativa que exige comprobar que el cliente tiene conocimientos suficientes para realizar ese tipo de inversión.
A la espera de que se conozcan más datos sobre la trama, de momento bajo secreto de sumario, la primera conclusión que se puede extraer de esta nueva operación es que, pese a las advertencias y consejos destinados a los pequeños inversores, existe una demanda ajena a los avisos sobre el riesgo que supone ponerse en manos de esos chiringuitos. Atraídos por rentabilidades desmesuradas en unos casos o confiados por la apariencia de expertos que ofrecen estos operadores en otros, los ahorradores contratan con sociedades que no están acreditadas para realizar los servicios que prestan.
Esta no es la primera trama financiera con este perfil desactivada en España – en 2008, la CNMV impuso una multa a Aurea de más de 16 millones de euros– y tampoco será la última. Aplicar la tolerancia cero en este ámbito supone estrechar la vigilancia y reforzar la prevención, pero requiere también de algo más: exige que los inversores asuman que el mercado financiero también alberga lobos con piel de cordero y que es necesario protegerse con prudencia y responsabilidad.