José Arroyo: "En el interiorismo te tienes que meter en la vida de otros"
Se especializó hace dos décadas en la decoración de espacios de hostelería en Bilbao Ahora da el salto a Madrid, donde ha decorado dos restaurantes
Su familia se dedicaba al mobiliario de cocina, y así fue como aprendió la base y las primeras nociones sobre la creación de ambientes, los materiales y, sobre todo, el orden. Algunos de los pilares sobre los que se sostiene la arquitectura de interiores, profesión a la que se dedica desde hace dos décadas José Arroyo, bilbaíno, de 42 años. Estudió en IADE y la escuela Leonardo da Vinci de Interiores, y comenzó en el departamento de diseño de telas de Gastón y Daniela. “Me llamó la atención el interiorismo porque concibo este trabajo como algo experimental, buscando siempre que las ideas encajen con los deseos del cliente”, afirma Arroyo, en su estudio ubicado en pleno centro de Bilbao.
En su ciudad natal comenzó especializándose en el interiorismo de hostelería, un sector cuyas necesidades han ido cambiando en los últimos años. “El hostelero ya no sirve solo gastronomía y bebidas, sino que tiene que concebir espacios más emocionales, cuidando desde la iluminación a la manera de interactuar con el cliente”.
José Arroyo se apoya para buscar esas sensaciones en el enclave, la iluminación y los materiales, que han de ser siempre atemporales, como el hierro, la madera, la piedra y el hormigón. “Me gustan por su nobleza, su atemporalidad y porque envejecen bien”. Asegura que huye de modas y de tendencias, aunque siempre se ve influenciado, “hoy los clientes leen, viajan, están informados y es normal que quieran seguir lo que se lleva”. Por eso, una parte de su trabajo es intentar reconducir la situación entre el deseo del cliente y lo que él considera la propuesta idónea para este. “Lo que debe aportar un interiorista es buen gusto y hacer las cosas bien y estudiadas. El interiorismo no es solo la elección de cortinas y de colores, ya que, dependiendo de la ubicación y del fin, requiere de un estudio para averiguar las necesidades del cliente y conseguir que con tu trabajo su día a día sea cómodo. Te tienes que meter en la vida de otros”, dice Arroyo, que trabaja en un espacio en el que, mire donde mire, “me transmite cosas de mi vida, cosas que tengan historia y que sean inspiradoras”.
La mesa de trabajo está perfectamente ordenada, “es la única manera que tengo de concentrarme”. Sobre ella hay un cactus, con significado, ya que “se puede ser espina y querer mucho a alguien”, también una pipa de fumar, un bloc para hacer bocetos –siempre a lápiz y a mano–, un muestrario de telas, un bote con utensilios de escritura y una bola del mundo, con la que sueña dónde viajar. Enfrente, una pared de color verde, con su firma en un cuadro y fotos familiares sobre la chimenea; a su espalda, dos cuadros con sillas. “Un día me gustaría tener mi propia colección”. De momento, ha dado el salto a Madrid, donde tiene previsto abrir estudio y donde ha decorado los restaurantes Misska y Café Saigón.