Raúl Martins: “Si eres interiorista los clientes quieren ver dónde y cómo vives”
Raúl Martins dirige el estudio de interiorismo que lleva su nombre Su vivienda particular cuenta con una oficina de trabajo y un expositor
Tiene la suerte, o la desgracia, de trabajar en su propia casa. En una amplia y antigua vivienda, ubicada frente a la madrileña plaza de la Villa de París, es donde el interiorista Raúl Martins (Barcelona, 1975) desarrolla su actividad día a día. “Cuando alguien te contrata, siempre quiere ver antes trabajos que hayas hecho, por eso es muy común visitar a antiguos clientes. Pero lo más normal es que visiten tu propia vivienda. En definitiva, tú les propones una forma de vida y, para poder comprenderla y comprarla, primero tienen que verla y entenderla”, explica.
Por eso, al reformar el piso, al que se han mudado recientemente, Martins se cuidó de amoldarlo a las necesidades del estudio, abierto en el año 2000. Nada más entrar a la vivienda, dos amplios salones, decorados con sus trabajos y propuestas, sirven a la vez de lugar de visita y expositor. La sala colindante inmediata funciona como oficina común para las siete personas de la firma, que desarrolla unos 20 proyectos cada año, “una cifra muy alta para solo un estudio”, prosigue.
Son buenos tiempos para el interiorismo. Durante los años más duros de la crisis, su caída fue mucho más leve que la de otras ramas relacionadas con el sector inmobiliario. “La obra nueva se paró por completo, pero las reformas de los pisos no cayeron tan en picado. La decoración es un nicho que se ha mantenido a lo largo del tiempo”. La razón, esgrime el experto, es que la gente sigue teniendo la necesidad de recurrir a un interiorista que le haga “un traje a medida en la vivienda. No hablamos de llenar una casa de muebles y cuadros, sino de hacer una reforma íntegra para que el domicilio tenga sentido y los espacios funcionen entre sí”.
La mayoría de la gente no entiende su vivienda
Ese es el trabajo más complicado de estos profesionales. “Tenemos que hablar con el usuario, tratar de conocer dónde y cómo vive, saber qué espera y qué ideas tiene”. Una vez que los interioristas comienzan a trabajar y a desarrollar el proyecto, es cuando el cliente suele darse una grata sorpresa. “La mayoría de la gente no entiende su vivienda ni el espacio del que dispone. Entender una casa es comprender la volumetría, es decir, los metros cúbicos y cuadrados, es saber mezclar los colores en función de la construcción, entender la luminosidad... Eso es lo que nosotros sabemos hacer y la razón por la que nuestro trabajo sigue contratándose”, afirma.
También es complicado preservar la exclusividad de cada vivienda reformada. “Podemos tener un denominador común, el del estudio, pero no se repiten ni ideas, ni telas, ni mobiliario ni disposición”. En su caso, Martins trabaja con artesanos, metalistas, madereros y cristaleros de todo el mundo, y es complicado gestionar todos estos trabajos a distancia. “La coordinación es difícil, pero es bueno porque nos diferencia”.