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Guindos y la economía del trueque

Luis de Guindos, junto a Mario Draghi.
Luis de Guindos, junto a Mario Draghi.EFE

Entiendo que en ciertos ámbitos el más que previsible nombramiento de Luis de Guindos como futuro vicepresidente del BCE sea una excelente noticia. La Unión Europea, queramos o no, sigue siendo un mercadillo de intercambio de poder, puestos, influencia, contactos y dinero. Gobiernos, políticos y corporaciones quieren acceso a un puesto en este mercadillo. Y el que ha conseguido Guindos no es un puesto cualquiera.

Para el común de los mortales, más que el pasaporte del vicepresidente del BCE importa lo que haga o deje de hacer el BCE con Guindos. El “peso” de España en la UE es un abstracto. Las medidas que toma el BCE y su efecto sobre la economía son, por el contrario, asuntos muy concretos.

En 2011 España tenía un puesto en el comité ejecutivo del BCE, el de José Manuel González-Páramo, bajo el mandato de Jean-Claude Trichet. El papel del BCE y de Trichet, una persona sensata pero no sé si maniatado o acobardado por la influencia alemana, no fue el mejor en esas primeras etapas de la eurocrisis. Subió tipos en 2008 y su inoperancia incentivó la sangría en los países del Sur, que puso en riesgo la propia existencia del euro. Antes de eso, había mantenido unos tipos excesivamente bajos para España, pero apropiados para Alemania. No fue culpa de González Páramo (de hecho ha abogado públicamente por la mutualización de partes de las deudas), pero su pasaporte en poco nos ayudó.

Más allá de los Pirineos, el nombramiento de Guindos se ha interpretado de forma unánime como un triunfo de Alemania que coloca a un hombre “del Sur” como paso previo para que Jens Weidmann sea el próximo presidente del BCE. Weidmann es otro hombre de perfil político (no tanto), para quien el desplome de la periferia no era un problema, sino un incentivo para tomar las medidas adecuadas. Lo que explica su oposición a combatir la fuga de capitales, la subida de los tipos o la fragmentación del euro. La prensa que preguntaba a Mario Draghi si no es demasiado trabajador para ser italiano, o la que cuando el euro estaba a punto de romperse alertaba sobre la hiperinflación, está hoy de enhorabuena.

Del propio proceso de nombramiento es mejor ni hablar. Ni los parlamentarios europeos ni el BCE tienen nada que decir, limitada la meritocracia a un canje de cromos entre los gobernantes, que o bien pueden apoyar a Guindos por un pacto pasado o bien mostrarse reticentes para ceder en negociaciones futuras. Curioso, para tratarse de un banco central con la independencia blindada.

Más allá de que la sensibilidad de Guindos hacia la situación económica de España sea mayor que la de un letón (como era la de Páramo), la nacionalidad no debería haber sido su principal activo. Al igual que la principal característica de Mario Draghi no es ser italiano, sino su solvencia a la hora de manejar situaciones complicadas y comprender los mercados. Estados Unidos (antes de Trump) escogió a dos académicos para manejar la Fed: Bernanke (experto en la Gran Depresión) y Janet Yellen (experta en empleo), ambos exitosos pioneros en tomar medidas excepcionales. Al igual que Kuroda, en Japón.

La capacidad de pilotar los mercados financieros es un talento tan complejo como escaso; no se encuentra fácilmente. No resulta extraño que Reino Unido fichase a un extranjero, Mark Carney, antes gobernador del Banco Central de Canadá, por su solvencia técnica. Israel también fichó, en su caso a Stanley Fischer.

Guindos no ha sido un desastroso tiburón ex de Lehman, pero tampoco el superhéroe que aparece en algunas crónicas. Tras sus primeros seis meses en el cargo España solo evitó el rescate total porque Italia iba en el paquete. Guindos midió mal sus fuerzas pensando que la presión financiera y política era contra Zapatero, y no contra España. Ya bajo las directrices del FMI, apretó las tuercas a la banca, y en conjunto el trabajo del Tesoro, tanto en la redacción de la normativa financiera, como en la financiación del Estado, ha sido excelente. De Guindos depende el acertado nombramiento de Sebastián Abella al frente de la CNMV. Por el contrario, Guindos es el responsable tanto de los recortes a los programas de investigación como de no haber ninguna perspectiva de recuperar esta inversión clave para el futuro de España.

No tendrá Guindos en su mano las decisiones; será un miembro del comité ejecutivo. Lo peor de su nombramiento es que es, probablemente, de su mano vendrá Weidmann o alguien de su ámbito. No sé si España tenía alguna opción más sobre la mesa pero yo, personalmente, hubiera preferido otro trueque. Un miembro menos en el BCE a cambio de que el próximo presidente del BCE se parezca algo, aunque sea un poco, a Mario Draghi. Eficacia antes que banderas. No subestimen hasta qué punto echaremos a Draghi de menos. Fue gracias a él, y no a Guindos, por lo que hoy usamos euros y no pesetas.

PD.- Para el titular he robado Gonzalo López su matiz sobre el reparto de puestos en Europa. No es un zono, sino trueque. 

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