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Java, la isla de fuego

De la impresionante ruta de los volcanes a los bucólicos campos de arroz sobrelas montañas

Conos humeantes se abren paso entre la niebla y entre terrazas de arroz. Gris fantasmagórico sobre verde paradisiaco cincelan la geografía de Java, un nombre evocador para una de las islas menos turísticas de Indonesia. Sus numerosos volcanes la convierten en la isla de fuego. No es tan apacible ni tan sosegada como la vecina Bali, ni tan bucólica como Lombok. No encontrará allí las enigmáticas selvas de Borneo ni el exotismo de Sulawesi, las antiguas Célebes, tampoco las bonitas playas de las animadas Gili o las tribus remotas de Papúa.

Es posible que su primera visita a Java sea como destino de paso hacia otros lugares de Indonesia o del sudeste asiático, atraído por la belleza de los maravillosos templos de Borobudur y Prambanan. Si es así, abandonará la isla con la sensación de que se pierde algo –mucho en realidad– que amerita un nuevo viaje.

En un país con más de 17.000 islas es fácil que encuentre muchas con suficientes atractivos para merecer una visita por sí sola y recorrerla a fondo, una de ellas esa es Java. Situada al sur de la gran Sumatra y de la diminuta Bali, es conocida por sus numerosos volcanes. Asentada sobre el anillo o cinturón de fuego del Pacífico –una de las zonas de mayor actividad sísmica y volcánica del mundo–, sus montañas de fuego, algunas aletargadas y otras humeantes y en plena actividad como el Bromo, son un mágico atractivo. Naturaleza en estado puro, pero hay más, como su impresionante costa sur, bañada por las aguas del Índico, poco apta para el baño, salvo en las playas de la idílica Pangandaran, una pequeña península al suroeste con excelentes playas.

La puerta de entrada a Java es Yakarta, en el norte, y capital de Indonesia. Una megalópolis, a priori, poco atractiva, atestada de gente y de tráfico, sobre todo, de motocicletas; poco amable con el peatón, porque apenas hay aceras, incluso, a diferencia de otras zonas del país, donde la gente se muestra amable y encantadora con los foráneos, los javaneses son menos condescendientes con los turistas, salvo en las zonas rurales.

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Con una población de unas 140 millones de personas sobre una superficie de 132.000 km2, Java y la capital del país, la antigua Batavia, de pasado no menos sugestivo, son de las zonas más superpobladas del mundo y sentirá en cada paso el peso de la multitud. Como todas las grandes urbes del sudeste asiático, con un crecimiento acelerado y caótico, está llena de contrastes.

Limpia y ordenada, con sus rascacielos de cristal y acero, en la zona financiera; muy cerca de ella, Kota, donde reconocerá los vestigios como antigua colonia holandesa en la arquitectura de sus edificios y el trazado de sus calles. La plaza adoquinada de Taman Fatahillah, animada, pero nada del otro mundo, es visita obligada. Su edificio más destacado es el antiguo palacio del gobernador; frente a él, el café más famoso de Yakarta, Batavia, con su decoración barroca y su gran ambiente, que le trasladará a otra época.

Jóvenes mujeres plantando arroz
Jóvenes mujeres plantando arroz

A unos diez minutos a pie hacia el norte, está el viejo puerto Sunda Kelapa, donde encontrará los típicos pinisi, de Makassar, antiguas goletas de dos mástiles y una de las imágenes más típicas de la ciudad. Para llegar allí, tendrá que haber pasado por el Kali Besar, el gran canal de Yakarta, lleno de suciedad, y antigua zona residencial, donde encontrará mansiones del siglo XVIII y edificios destartalados llenos de basura.

A unos 400 km, casi en el centro sur de la isla, está una de las joyas de Java, Yogyakarta, considerada la capital cultural del país y donde destaca el kraton, antiguo palacio del sultán –ratu– y sus coloridos mercados, donde encontrará muchas y bonitas artesanías. En las afueras de la ciudad están las dos joyas arqueológicas del país. A 15 km, Prambanan, una de las cumbres arquitectónicas del arte hindú, perfectamente conservado y donde destacan los detalles de sus esculturas y los característicos pináculos que compiten en altura con los árboles. Hoy es centro de peregrinaje espiritual y turístico y el paseo entre las ruinas se ve lastrado por miles de visitantes en cualquier día o época del año. Un poco agobiante, pero merece la pena.

Y algo parecido ocurre con Borobudur, el grandioso templo budista, donde destacan las numerosas estatuas y los kilométricos relieves. Con más de 1.200 años de historia, ha sobrevivido a inundaciones y a las cenizas del gunnun –montaña– Merapi, en un paisaje tapizado de verdes arrozales y palmeras. Sobrecogedor.

Ambos templos se pueden visitar en un día –Borobudur está a unos 45 km de la ciudad–, y aunque hay autobuses que le llevan hasta la misma puerta, lo mejor es alquilar un coche con chófer, más caro, pero también más cómodo y rápido.

Una de las excursiones que se suele hacer desde Yogyakarta es la ascensión al Merapi (que significa fuego en la lengua local) –siempre que las condiciones de actividad lo permitan–. Puede contratarla en una de las muchas y solventes agencias locales. Necesitará tener un nivel medio de forma física para el trekking que le llevará hasta el majestuoso cráter. La ascensión comienza de madrugada para alcanzar la cumbre del pico Garuda al amanecer.

A las faldas del Merapi está el pueblo de Selo desde donde podrá hacer numerosas rutas de senderismo y conocer de cerca aldeas rurales y preciosos paisajes tapizados de verdes campos de arroz. Allí el tiempo parece haberse detenido si no fuera por el bullicio de los niños jugando al fútbol con las camisetas de sus equipos favoritos –los del Real Madrid son mayoría–. Si le oyen hablar español, enseguida entonarán, divertidos, su grito de guerra: “Vamos Real”.

Si la ascensión al Merapi, le dejará sin aliento, la subida al Bromo, en el Parque Nacional de Bromo Tengger Semeru, al este de Java y donde hay otros cuatro volcanes, es impactante por muchas cosas: los escenarios que crea el cráter humeante, las fumarolas, la niebla que lo envuelve todo y poco a poco levanta dejando ver otras montañas que lo rodean y el gentío que se amontona –lo peor– en el mirador del pico Penanjakan, a unos 2.800 m de altitud.

La ascensión también se hace de madrugada, generalmente desde Probolinggo –a unas ocho horas de Yogyakarta, puede hacer el trayecto en coche o tren–.

Gran parte de la subida se hace en 4x4 y luego un corto trecho andando. El paisaje, en cualquier caso, es alucinante y mucho más lo será el descenso hasta el borde del cráter. Los mismos jeeps le llevarán hasta el mar de arena y ceniza que preceden el agujero, desde allí podrá ir caminando o a caballo –previo pago– hasta los doscientos y pico escalones que conducen hasta el filo del cráter. El olor a azufre y el polvo lo impregnan todo, pero la experiencia es sublime, a pesar de lo concurrido que está.

No olvide un pañuelo o una mascarilla para proteger la boca y la nariz.

Otra vivencia que no se puede perder es el volcán Kawah Ijen, situado sobre una enorme caldera y famoso tanto por la preciosa laguna azul turquesa que encierra su cráter como por su toxicidad. Allí se encuentra una de las últimas minas de azufre a cielo abierto del planeta. Un infierno hasta el que descienden los mineros cada día, donde los pestilentes gases les matan poco a poco.

El templo budista de Borobudur, cerca de Yogyakarta
El templo budista de Borobudur, cerca de YogyakartaGetti Images

Información de viaje

Cómo ir. Varias compañías enlazan Madrid y Barcelona con Yakarta, la capital indonesia. Qatar Airways vuela con escala en Doha desde 705 euros en turista y una duración completa del trayecto de 17 horas 25 minutos. Emirates también vuela con el A380, el avión más grandes de pasajeros, desde 927 euros, aunque la escala es más prolongada en Dubái y eleva la duración del vuelo a 19 horas y 20 minutos.

Cómo moverse. Yakarta es un magnífico puerto de entrada a Indonesia y a otros destinos del sudeste asiático por su conectividad. Allí operan también numerosas compañías locales como Lion Air, Garuda, Air Asia con tarifas muy competitivas, aunque algunas no aceptan tarjetas de crédito. Para desplazarse por las grandes ciudades de Java, lo mejor es alquilar una mototaxi o una moto, si se atreve a conducir en un tráfico caótico, para trayectos cortos. Para rutas más largas, lo mejor es un coche con conductor. En general, Indonesia sigue siendo un destino barato.

 A tener en cuenta. En la actualidad, los españoles no necesitan visado para entrar en Indonesia, pero en el aeropuerto se puede encontrar algún aduanero poco escrupuloso que le diga que sí y le saque dinero, por estamparle un sello, sobre todo si es mujer y viaja sola. Se pondrán también muy quisquillosos con el billete de vuelta, tendrá que mostrarlo. En todos los aeropuertos del país se pagan tasas de salida.

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