Tecnología y abogados, ni solución ni problema
Las máquinas sustituirán a los perfiles júnior, por lo que el sistema de contratación cambiará Los despachos tendrán que seguir fichando a juristas con poca experiencia para que les sustituyan en un futuro
El pasado 19 de noviembre, El País Negocios publicaba una entrevista con el profesor Ashish Nanda, uno de los académicos más prestigiosos en el campo de los servicios profesionales. Una de sus respuestas plantea un debate que será familiar en los próximos años: el efecto de la tecnología en las firmas de abogados.
Para el profesor Nanda, y coincido en el análisis, la tecnología estrecha las pirámides jerárquicas por la base, porque los trabajos que realizan los perfiles júnior se pueden externalizar o ser asumidos por máquinas. Esto supone una menor contratación de personas en las firmas de abogados, y que los perfiles con más experiencia tendrán más tiempo para formar a los más jóvenes. Eso, a su vez, permitirá a la abogacía volver a sus inicios, como son el asesoramiento y la defensa jurídica en lugar de trabajos rutinarios.
No obstante, estos efectos provocan una serie de complejidades en las estructuras y gestión de las firmas de abogados. Es cierto que la sustitución de las tareas rutinarias por externalización o tecnología hace que la ocupación de los perfiles menos experimentados disminuye. Esta disminución de la ocupación (horas trabajadas) hace que tenga que disminuir la capacidad (horas contratadas).
La disminución de horas contratadas se traduce en menor contratación de júniors o abogados sin experiencia previa. Las firmas de abogados, cuando operan en el campo del asesoramiento y defensa jurídica compleja, siguen el modelo definido en su día por Rodrigo Uría de “maestro, oficial, aprendiz”, por lo que sigue siendo necesario contratar perfiles menos experimentados a los que formar. Como bien indica el profesor Nanda, los profesionales con más experiencia dispondrán de más medios para formar a los menos experimentados.
Una menor contratación de perfiles menos experimentados provoca, en promedio y a medio plazo, una disminución del apalancamiento operativo o del leverage (proporción entre el número de profesionales de la firma y el de los socios). Esta proporción entre profesionales y socios cumple una doble función: por un lado, apalancar las horas de los socios mediante la delegación de trabajo en los abogados no socios, que al tiempo que multiplican las horas del socio van adquiriendo un conocimiento y experiencia cada vez mayor.
Por otro lado, garantizan la generación de nuevos socios que permitan que la estructura siga siendo viable. Todo despacho con una estructura de partnership debe intentar con sus sistemas de selección y formación que sus abogados más jóvenes sean los futuros socios.
Una disminución excesiva del apalancamiento, o proporción entre profesionales y socios, aumenta el riesgo de no encontrar a los profesionales adecuados que serán los futuros socios que realicen el trabajo complejo. La universidad no puede formar abogados experimentados: la abogacía sigue siendo una profesión que se aprende ejerciendo y las firmas de abogados asumen esta función.
En definitiva, las firmas de abogados tienen que ser prudentes si piensan en la inversión en capital tecnológico como sustitución del capital humano. Las tareas rutinarias serán realizadas mucho mejor por las herramientas tecnológicas, pero pensar en una sustitución puede ser erróneo. La razón última de la contratación de perfiles menos experimentados obedece a la captación de talento y formación de los futuros profesionales de la firma. Si se piensa en términos de sustitución, las firmas corren el riesgo de no tener garantizada la cantera de profesionales del futuro.
La menor contratación por motivos de ocupación y capacidad deberá suplirse con mayor precisión en la contratación y la formación, con equipos de recursos humanos cada vez más sofisticados. La inversión en configurar equipos de soporte profesional con alta capacidad puede ser una de las claves. Los profesionales más experimentados deberán seguir formando a los más jóvenes, y estos posiblemente serán un mayor coste para las firmas por su menor grado de ocupación.
La tecnología no es para las firmas de abogados ni un problema ni una solución. Es un hecho que van a incorporar con mayor o menor grado de dificultad y acierto. El verdadero reto es gestionar en el futuro las implicaciones en la estructura de negocio derivadas de la tecnología. ¿Están más preparadas para este escenario las estructuras puramente corporativas? ¿Son los partnerships los que tienen recorrido en sus márgenes para asumir este escenario? ¿Qué configuración de negocio y de profesionales va a ser necesaria? ¿Pueden permitirse las firmas una descapitalización humana sin más en la base de la pirámide?
Miguel Ángel Pérez de la Manga es socio de Pérez+Partners