El fracaso con la Agencia del Medicamento es otra factura del 'procés'
Barcelona sale derrotada en la primera vuelta de la votación
Las desastrosas consecuencias económicas que ha traído consigo el desvarío secesionista del Govern catalán no han finalizado todavía y está por ver cuánto tiempo se prolongarán y qué factura económica total dejarán. La eliminación de Barcelona como sede potencial de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) constituye una prueba palpable –y no tiene visos de ser la última– del severo daño que el procés ha provocado a Cataluña y al conjunto de España. La ciudad condal, técnicamente una de las favoritas para albergar la institución, fue derrotada ayer en la primera votación de forma rotunda. Pese a una campaña en la que participaron todas las Administraciones públicas y que arrancó con serias posibilidades de éxito, Barcelona obtuvo solo 13 puntos en una votación que supone un fracaso político y económico de primera magnitud para España.
La EMA, con sede hasta ahora en Londres y que finalmente se establecerá en Ámsterdam, es un caramelo goloso y la única opción que tenía institucional España de beneficiarse del maremoto producido por el bréxit. El organismo mueve un presupuesto anual de 380 millones de euros, emplea a 900 personas de rentas elevadas, recibe cada año a unos 40.000 técnicos que acuden a su sede a realizar trámites o consultas y genera en torno a 30.000 pernoctaciones de hotel. Se trata de una institución prestigiosa que habría encontrado en Barcelona un encaje natural, dada la importante industria farmacéutica que se ha generado a lo largo del tiempo en la comunidad autónoma y la flamante proyección internacional de la que hasta ahora gozaba la ciudad.
Pero la Cataluña que soñó en su momento con albergar la EMA en su capital no era todavía la Cataluña enfangada y dañada por el procés: una comunidad autónoma con una imagen caótica, socialmente dividida y económicamente mermada por el éxodo de empresas que han abandonado el territorio en los últimos tiempos.
Las compañías huyen del desorden político y de la inseguridad jurídica; también lo hacen las instituciones y los organismos internacionales. Al fracaso de la EMA hay que unir la designación de XXX como sede de la Autoridad Bancaria Europea (EBA). Aunque España no optaba a esta segunda decisión y no se puede hablar por tanto de derrota, la jornada de ayer deja al país dos severas lecciones. La primera es que en política nada es gratis y la irresponsabilidad tiene un coste especialmente alto; y la segunda es que España sigue sin ocupar el lugar que le corresponde en el tablero de juego internacional, sobre todo en el europeo. Se impone en ambos casos una reflexión profunda y un cambio de estrategia de cara al futuro.