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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inversión necesita un horizonte despejado en Cataluña

El dinero externo, clave para financiar la actividad y la deuda, está en modo “esperar y ver”

Reunión en 2016 del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
Reunión en 2016 del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.EFE

Decía John Maynard Keynes que para el buen funcionamiento de la economía bastaban “unos pocos kilos de dinero y toneladas de confianza”, un intangible este último que cuesta mucho tiempo y esfuerzo construir y mantener, pero que puede esfumarse en un instante si media un acontecimiento desgraciado. En los últimos años, España ha logrado dejar atrás la más dramática de las crisis financiera, económica y social que se recuerda con decisiones firmes, mucho sacrificio interno e imaginativo predicamento entre los financiadores tradicionales que desde el exterior han puesto su fe en España. La inversión ha vuelto al país; el crecimiento acumula cuatro años con tasas del 3% o superiores que han logrado situar el PIB en el nivel precrisis; la exportación de bienes y servicios alcanza cotas récord; y el empleo ha recuperado casi dos tercios de la sangría. Y todas las previsiones internas y externas pronostican una prolongación del ciclo virtuoso por al menos tres años más. Inimaginable hace unos años.

Pero un escenario que se ha puesto en cuarentena por los acontecimientos políticos promovidos por el secesionismo catalán en las últimas semanas, que podría culminar con la declaración de independencia ilegal de Cataluña. Una decisión que tiene en alerta a los socios europeos de España, a la comunidad empresarial dentro y fuera del país y a los grandes fondos de inversión que mantienen los flujos de financiación de la deuda pública y privada de España. Preventivamente varias empresas han sacado sus sedes corporativas de Cataluña en una espiral que puede intensificarse si la crisis política sube el diapasón, si no se encuentran vías de diálogo que atemperen los ánimos para que la comunidad de los negocios aprecie, simplemente, normalidad.

Un par de señales cruzadas entre Madrid y Barcelona bastará para restituir el sosiego necesario para el retorno de la inversión industrial y financiera que está en modo “esperar y ver”; pero tienen que producirse la próxima semana a más tardar para no prolongar la alarma. Que los secesionistas rectifiquen, la justicia depure las responsabilidades en el pulso al Estado, y la política se abra paso.

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