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Merkel se juega su legado político con la unidad de Europa

El euroescepticismo sembrado durante sus tres mandatos ha arraigado finalmente en Alemania La canciller mantiene la alianza con Macron para reforzar la zona euro y disipar el riesgo de ruptura

Ruede prensa de la canciller Angela Merkel al día siguiente de las elecciones generales en Alemania del 24 de septiembre. (Photo by Maja Hitij/Getty Images)
Ruede prensa de la canciller Angela Merkel al día siguiente de las elecciones generales en Alemania del 24 de septiembre. (Photo by Maja Hitij/Getty Images)

Angela Merkel ya se ha ganado un lugar en la historia de Alemania y de Europa. Falta por saber si será para bien o para mal. Con su cuarta victoria consecutiva en unas elecciones generales (el pasado domingo) se coloca entre los cancilleres más populares de la postguerra, junto a Konrad Adenauer, que logró imponerse cinco veces, o Helmut Kohl, que lo hizo en cuatro ocasiones.

Pero esas figuras son recordadas por la reconciliación europea y la reunificación del continente, mientras que Merkel corre el riesgo de ser juzgada por los historiadores como una de las grandes responsables de la brecha política, económica y social que amenaza con resquebrajar la Unión Europea desde el inicio de la crisis en 2008.

Merkel tiene ahora cuatro años por delante (si agota el mandato) para intentar recomponer su legado europeo. Y parece dispuesta a aprovechar la presencia de Emmanuel Macron a la cabeza de Francia para retomar el proceso de convergencia política y económica del continente, paralizado desde hace más de una década.

Desde la llegada de Macron al Elíseo, la canciller ha mostrado su intención de pactar con París algunos de los cambios necesarios para apuntalar la zona euro, amenazada por la creciente brecha económica entre sus socios, y la Unión Europea, rasgada por la salida de Reino Unido.

La canciller, que hasta ahora gobernaba con los socialistas, aseguró el lunes que sus planes para Europa "no han cambiado" tras unas elecciones que la abocan a un gobierno tripartito (con liberales y verdes). "No, no creo que cambie [la situación en relación con Europa]", señaló en su primera rueda de prensa tras la votación.

"Los grupos con los que puedo formar gobierno están interesados en alcanzar soluciones para Europa", añadió la canciller

Macron presentará este mismo martes su plan para la zona euro, con la solemnidad, o pomposidad, que le caracteriza. El discurso tendrá lugar en el Anfiteatro de La Sorbonne, recinto centenario muy propicio para las grandes declaraciones. París no oculta que el objetivo de Macron es exponer sus demandas para que Merkel pueda tomarlas en cuenta durante la negociación con sus socios de gobierno.

Fuentes francesas ya han indicado que la meta final es convertir a la zona euro en una verdadera Unión monetaria, con los instrumentos necesarios (Fondo Monetario europeo, mecanismo de estabilización presupuestaria...) para evitar las devastadoras consecuencias de una crisis como la recién sufrida. Pero las mismas fuentes admiten que París ofrece flexibilidad sobre el calendario y el ritmo de las reformas, para ajustarlo a las necesidades políticas de Berlín.

Merkel parece condenada a entenderse con Macron si quiere frenar la peligrosa deriva política que ha tomado el continente. La canciller admitió el lunes su "responsabilidad personal" en la polarización de la política alemana, tras una votación que ha convertido al partido antieuropeo Alternativa para Alemania (AfD) en la tercera fuerza del Bundestag con más de cinco millones de votos y 94 escaños (de 709).

Pero la responsabilidad de Merkel va más allá de sus fronteras porque su liderazgo continental ha contribuido a la década perdida de Europa que ha dado alas a las fuerzas partidarias de disolver el club, unas formaciones con posibilidades de llegar al poder en Francia, Italia, Holanda, Finlandia o Austria y, tal vez a medio plazo, también en Alemania.

Merkel, alemana oriental que ingresó en la UE a los 35 años (con la unificación de Alemania), ha intentado reconvertir el club en una suma de Estados al margen del método comunitario vigente desde 1957, que otorgaba el papel de motor a la Comisión Europea. La nueva fórmula, bautizada por la canciller como método de la Unión en su discurso en el colegio europeo de Brujas en 2010, solo ha generado parálisis y desconfianza y ha logrado desacreditar a una Comisión que ejercía el papel de árbitro casi indiscutido.  

El fiasco en la gestión de las sucesivas crisis de los últimos años lleva el marchamo de Merkel mucho más que el de Bruselas. Y la acción o, más bien la omisión, de Berlín puede rastrearse en casi todas las sacudidas que ha sufrido el club.

La canciller y su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, frenaron una y otra vez la respuesta a una crisis financiera que devastaba gran parte de la zona euro pero de la que Alemania salía indemne cuando no beneficiada.

Los coqueteos políticos de Merkel con David Cameron alentaron la aventura del ya ex primer ministro británico que acabó en el referéndum de 2016 sobre la salida del Reino Unido. Los dos maniobraron también, sin éxito, para evitar que el actual presidente de la Comisión saliera elegido como fruto indirecto del resultado de las elecciones al Parlamento Europeo en 2014.

La apertura de Berlín hacia los refugiados sirios, aunque justificada desde el punto de vista humanitario, también se llevó a cabo de forma tan descontrolada que resquebrajó la zona Schengen (todavía hay controles fronterizos en varios países, incluida Alemania). El reparto exigido por Berlín desató el malestar de los países del Este, acusados de insolidaridad a pesar de que Polonia, por ejemplo, ha acogido a 1,3 millones de refugiados ucranianos, un número superior a los sirios acogidos por Alemania.

La zona euro también ha quedado hecha trizas tras ocho años de diktat de Merkel y Schäuble. Aunque se ha recuperado el crecimiento, la convergencia entre sus socios se ha frenado, según alerta una y otra vez la Comisión Europea. Cuatro socios (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre) han sido rescatados, con intervención del Fondo Monetario Internacional por exigencia expresa de Berlín. Y el corralito monetario, fenómeno desconocido en la historia reciente de Europa, llegó a Chipre y, más tarde, a Grecia, donde todavía sigue en vigor.

"La historia de la década que acaba es la de una especie de guerra civil", resumía Macron el pasado 8 de septiembre en Atenas la situación vivida por la zona euro desde 2008. Una década que los historiadores identificarán siempre con el liderazgo de Merkel si no logra pasar a la acción durante su cuarto mandato.

¿Sobrevivirá el eje Merkel-Macron?

La mayoría de los analistas resaltan la dificultad que tendrá Merkel para formar su nuevo gobierno y para reconciliar las posturas de liberales (FDP) y verdes (Grüne) en relación con Europa. Pero discrepan sobre las consecuencias que la posible coalición gubernamental tendrá sobre la alianza que Merkel intenta forjar con Macron.

"El resultado puede ralentizar los esfuerzos por fortalecer la zona euro", señalan los analisas de BlackRock Investment, que apuntan como obstáculo el previsible empeño del FDP en aplicar a rajatabla los objetivos de déficit público o la resistencia a aceptar ciertas reformas (como la designación de un "ministro" de finanzas de la zona euro).

Desde el banco Credit Suisse apuntan, por el contrario, que el resultado electoral del domingo supone un pequeño contratiempo para los planes esbozados por París y Berlín, pero no un cambio de rumbo. "Puede haber un período de incertidumbre hasta final de año hasta que el nuevo gobierno de Merkel exponga claramente su posición sobre Europa, pero no descartaríamos nuevos avances liderados por la canciller y Macron", concluye el análisis de la entidad suiza.

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