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Londres se estrella contra la unidad de los 27

El gobierno británico pensó que, como en anteriores ocasiones, podría obtener concesiones en la negociaciones del brexit a base de practicar una política de dividir y vencer. Pero se ha equivocado rotundamente. Desde que los 27 otorgaron en primavera al comisario encargado de las negociaciones del Brexit, Michel Barnier, las directrices para las negociaciones, los 27 se han mantenido unidos. No habrá negociación de la futura relación comercial entre la UE y el Reino Unido (como pretendía Londres) hasta que el gobierno británico explique cómo va a garantizar los derechos de los 3,2 millones de ciudadanos de la UE que viven en el Reino Unido, cumpla con su obligación legal de pagar los 100.000 millones de euros fruto de su aportación al presupuesto de la UE en el periodo 2014-2020 y explique cómo se evitará una frontera con controles entre Irlanda e Irlanda del Norte.

Londres exige flexibilidad e imaginación al equipo de Barnier. Pero esto es un divorcio, y en el tratado de Lisboa y su artículo 50 se establecen los mecanismos. Utilizando una metáfora, Londres pretende que se negocie sobre la gran relación de colaboración que un marido que se divorcia de su mujer va a mantener después del divorcio antes de concretar quién va a quedarse con qué propiedades, quién pagará los estudios y gastos de los hijos, quién gana más y pagará o no una pensión, etc..

Theresa May puede pasearse por todo el mundo prometiendo acuerdos de libro comercio entre el Reino Unido y otros países. Pero hasta que el Reino Unido no salga de la UE no puede legalmente negociar dichos acuerdos y su comercio se sigue produciendo según los acuerdos de la UE con dichos países. May está debilitada tras el varapalo de las elecciones de junio y los negociadores británicos mal preparados. La economía británica ya da muestras de debilidad en el gasto de las familias y la inversión. Estudios apuntan a que la City puede perder hasta 17.000 empleos.

Es evidente que una salida en marzo de 2019 del Reino Unido de la UE sin acuerdo perjudicaría a la UE. Pero sería mucho peor para el Reino Unido, que exporta el 50% de sus bienes a la UE y tendría que pagar los aranceles propios de la OMC para continuar exportando, además de perder sus entidades financieras el derecho de ofrecer sus servicios en la UE.

Se ha planteado en los últimos días la posibilidad de que durante un periodo transitorio el Reino Unido estuviera vinculado a la UE mediante una unión aduanera. El plazo de negociaciones del brexit es de dos años, y solamente puede ser alargado por unanimidad por los 27. Para dar más tiempo a las negociaciones, se establecería dicha unión aduanera para evitar un Brexit duro. La solución ideal sería que el Reino Unido perteneceria como Noruega, Islandia y Liechtenstein al Espacio Económico Europeo, que permite a dichos tres países beneficiarse del mercado común sin ser miembros de la UE. Esto supone que no tienen ni voz ni voto en la elaboración de las directivas y legislación comunitarias, además de no estar representadas en las instituciones europeas. Noruega además paga una contribución al presupuesto de la UE. Para Londres dicha fórmula es inaceptable porque ha prometido a los ingleses que no pagarán más a las arcas de la UE, rechazan la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia y May está obsesionada con reducir la inmigración neta al Reino Unido por debajo de 100.000 personas al año. La patronal británica advierte que no tendrá suficiente mano de obra en sectores como la hostelería, la agricultura o de más valor añadido como el tecnológico o las finanzas. Pero May y sus seguidores representan una corriente nativista que quiere aislar parcialmente al Reino Unido del mundo para así convencerse de que han recuperado soberanía.

Noruega participa de las libertades del mercado común pero puede ejercer límites al número de ciudadanos de la UE que entran en Noruega por motivos laborales. Esta modalidad podría funcionar para el Reino Unido, y es la máxima flexibilidad que dará la Comisión. Participar en el mercado común a la carta (con libertad de movimiento de bienes, servicios y capitales pero controlando el acceso de comunitarios al mercado laboral británico) es inadmisible.

Londres haría bien en pagar la factura del divorcio y pensar en una solución como la de Noruega. De lo contrario, las negociaciones del Brexit serán largas y duras.

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