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Tribuna
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‘Trumpnomics’: nacionalismo revisado

La falta de apoyo o el peso de la lógica económica han diluido muchos de los programas iniciales de Trump

El presidente de EE UU, Donald Trump.
El presidente de EE UU, Donald Trump.REUTERS (REUTERS)

El nacionalismo inicialmente prometido por la administración americana está quedando arrinconado en favor de una cierta ortodoxia económica. Muchos de los programas propuestos se han diluido por la falta de apoyo republicano, por el peso de la lógica económica o por ser difícilmente reconciliables con la realidad del país. En las próximas líneas analizaré los tres grandes ejes de la política económica norteamericana, su diseño inicial y las limitaciones que están moldeando su puesta en funcionamiento definitiva.

El primer eje es la política fiscal. En su propuesta de campaña, Trump anunció una ambiciosa reforma centrada en la reducción de tipos impositivos, en la simplificación de figuras y en la modernización de infraestructuras. El déficit público, cercano al 4% en este momento, y el stock de deuda, superior al 105% del PIB, no dejan mucho espacio para una política fiscal tan expansiva.

Este hecho ha llevado al presidente a centrarse inicialmente en el recorte de impuestos. La rebaja fiscal debería incentivar el crecimiento, pero agravará el problema de la deuda. Según el Tax Policy Center, el déficit estructural podría alcanzar el 8% del PIB en los primeros años veinte, incluso si se gravaran algunas de las importaciones. Los detalles sobre el plan de infraestructuras, por su parte, se conocerán en los próximos meses. Existe un amplio consenso sobre su necesidad, pero no será fácil que los republicanos apoyen un plan tan ambicioso de inspiración keynesiana.

El segundo eje se centra en las políticas de supply side. Es decir, en medidas de oferta encaminadas a reducir la burocracia, a simplificar la actividad empresarial y a incrementar la capacidad productiva. Los mercados recibieron con subidas estas propuestas. En las últimas semanas, sin embargo, las dudas parecen haberse apoderado de los inversores. Los analistas coinciden en señalar el principal punto débil de la liberalización propuesta por el equipo del presidente: el sistema financiero.

La Ley Dodd-Frank de reforma del sistema bancario, aprobada en 2010 tras el estallido de la crisis, tenía como objetivo evitar nuevos episodios de inestabilidad financiera. Para ello se incrementaron los requisitos de capital y de reservas, lo que afecta negativamente a la capacidad de concesión de créditos. La propuesta de Trump de derogar Dodd-Frank es vista con preocupación y escepticismo por votantes, congresistas y otros observadores externos. Dodd-Frank dista mucho de ser una ley perfecta, pero fue la respuesta de la sociedad americana a los excesos cometidos por las instituciones financieras en los primeros años 2.000. Será difícil que el Congreso la revoque en su totalidad.

Finalmente, el tercer eje agrupa las medidas que tienen que ver con la inserción internacional americana. EE UU no puede aislarse del comercio mundial como se insinuó durante la campaña electoral. Ni la autarquía ni las barreras arancelarias indiscriminadas serán parte de la agenda económica del país en los próximos años. Sí lo será el bilateralismo y un cierto proteccionismo sobre algunas industrias relevantes electoralmente.

Como se confirmó en la reciente cumbre del G20, este nuevo enfoque se basa en acuerdos país por país. Su objetivo es incrementar el poder de negociación de EE UU internacionalmente, con una fuerte defensa de los intereses domésticos. El abandono del Trans Pacific Partnership (TPP) o la probable reforma del Nafta en los próximos meses son dos buenos ejemplos de este giro.

Los tres ejes descritos comparten un objetivo común: incrementar el crecimiento potencial de EE UU hasta el 4% anual. Además de las limitaciones mencionadas, la administración americana se encontrará con otro obstáculo en la Reserva Federal. Las subidas de tipos de interés proyectadas para los próximos meses encarecerán el crédito y frenarán la inversión. Al menos mientras Janet Yellen continúe al frente del banco central y la inflación mantenga su previsible escalada.

La realidad política y social americana está favoreciendo la transformación de la agenda económica del presidente en una más cercana a los intereses republicanos clásicos. Pese a ello, los bruscos cambios de rumbo exhibidos hasta el momento y algunas declaraciones extemporáneas, sugieren que estamos ante una presidencia impredecible y convulsa desde el punto de vista económico.

Gonzalo Gómez Bengoechea. Universidad Pontificia Comillas Icade.

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