Zidane, el domador de egos
Su estilo de liderazgo está alejado del carisma pero genera confianza y serenidad a su alrededor, a la vez que ha mejorado la imagen del club Ha sabido gestionar con equilibrio a las estrellas y a los suplentes
Pocos creyeron en él. Cuando Florentino Pérez, en enero del año pasado, nombró a Zinedine Zidane (Marsella, Francia, 1972) entrenador del Real Madrid, en sustitución de Rafa Benítez, la opinión mayoritaria fue que la elección del exjugador blanco era un parche provisional hasta que se encontrara otra opción de altura. Pocos creyeron las palabras del presidente: “Él sabe mejor que nadie lo que significa estar al frente de la primera plantilla del Real Madrid. Es consciente de lo duro y de lo apasionante que es al mismo tiempo este complicado banquillo”.
A muchos jugadores ya los conocía, ya que formaban parte del equipo -él era el segundo entrenador con Carlo Ancelotti-, que logró la décima Copa de Europa en Lisboa frente al Atlético de Madrid. A pesar de que Pérez lo consideraba una de figuras más grandes de la historia del fútbol, a Zidane le faltaba una página importante por escribir en su currículo: demostrar su valía como entrenador. No lo tenía fácil.
En contra, además de su inexperiencia como titular al frente de un primer equipo, en este caso con las exigencias y la presión de liderar al Madrid, se unía la gran rotación que había llevado a cabo Florentino Pérez en los últimos años, sobre todo desde la marcha de Mourinho en 2013, que estuvo tres temporadas al frente del equipo, dejando un poso de malestar por su formas y desplantes. El repuesto del portugués fue el tranquilo y elegante Carlo Ancelotti, que estuvo dos temporadas y fue sustituido, cuando tenía contrato por un ejercicio más, tras no conseguir ningún título en su segunda campaña. Le sustituyó en el verano de 2015 Rafa Benítez, que no acabó la temporada, al encadenar varios fracasos. Ahí le llegó la hora a Zidane, técnico del Real Madrid Castilla, que el año pasado consiguió en Milán la Copa de Europa, otra vez frente al equipo rojiblanco, y este año ha logrado ganar La Liga, título que se le resistía al conjunto blanco desde hacía cuatro temporadas.
Este sábado todas las miradas, en Cardiff y en medio mundo, volverán a fijarse sobre este hombre alto y fibroso, de maneras y hablar suave, y sonrisa perenne. Se juega que el Real Madrid consiga, frente a la Juventus, la duodécima Copa de Europa. “El examen ya lo tiene aprobado este año, ahora estamos hablando de si saca un nueve o un diez este fin de semana, pero el sobresaliente no va a cambiar la percepción que se tiene de él como entrenador”, explica el profesor de liderazgo y emprendimiento en la Escuela Universitaria Real Madrid de la Universidad Europea, Pedro Díaz Ridao, que destaca la habilidad que ha tenido de demostrar, sin aspavientos y en silencio, su capacidad para liderar un equipo, cediendo responsabilidad al cuadro técnico. “Sabe convertirse en invisible, algo que aprendió de Ancelotti”.
Pero si algo ha sabido manejar con destreza Zidane han sido los egos del vestuario. Y lo ha hecho también sin armar ruido, sin enfrentamientos con ninguna de las estrellas del equipo. “No ha engañado a nadie, ha sentado a los jugadores cuando ha tenido que hacerlo y se lo ha explicado de manera que todos lo han entendido. En esto ha sido predecible y eso ha hecho que los jugadores confiaran en él”, añade Díaz Ridao.
Ha sabido innovar dentro de un club donde el planteamiento táctico de los partidos suele ser inamovible, al menos hasta que él llegó: las estrellas siempre juegan. No en vano, los millonarios contratos de publicidad con las firmas patrocinadoras así lo requieren. No pagan para tener al jugador en el banquillo. Sin embargo, Zidane ha sabido cambiar la historia y dar juego a todos los futbolistas. El equipo ya no está formado solo por los 11 titulares sino por todos los que conforman el vestuario. Para la final de Cardiff (sábado, 20.45 horas en Antena 3 y Bein Sports), el míster ha convocado a 25 jugadores. Todos saben que pueden tener una oportunidad.
“Ha sabido darles su sitio a todos los jugadores, a las estrellas ha sabido mantenerlas frescas para los partidos decisivos y a los suplentes les ha hecho sentir que son importantes”, apunta el profesor del IESE Santiago Álvarez de Mon, que cree que esta ha sido una de las bazas que mejor ha manejado Zidane para ganarse a todo el equipo. “Ha creado equipo y plantilla, y ha hecho que el banquillo se sienta estimulado, con el mérito que tiene haber cogido un equipo que estaba muy mal y haberlo llevado dónde lo ha llevado”, señala el docente, que alaba la calma que ha llevado a Chamartín. “Permite que haya alegría dentro de un mundo tan crispado como es el fútbol”, agrega, a la vez que se pregunta cuánto habrá de puesta en escena de todo esto. “No sé si está todo estudiado, pero a Zidane le recordamos todos como un gran jugador, que en poco tiempo ha sabido aportar un clima sano”, reflexiona Álvarez de Mon.
Si algo demuestra en cada vez que sale al campo o se enfrenta a una rueda de prensa es un gran dominio de las emociones. “Es sencillo, amable con todo el mundo, sin pretensiones ante el éxito o las dificultades, tiene un control emocional que hace que no tenga salidas de tono”, opina Carlos González Alonso, profesor de Executive Education en Esic, que alaba también la humildad y la autoridad que tiene sobre el grupo. “Sabe de lo que habla porque ha trabajado como jugador y sabe ponerse en su piel, sin tener que llamar la atención”. También ha contribuido, además de los éxitos deportivos, a mejorar la imagen del club. “Con él no hay salidas de tono, no hay espectáculo como había con otros entrenadores, no critica a los jugadores, ni a los árbitros y su tono siempre es constructivo”, añade el citado experto en marketing. Puede que no sea el líder más carismático, pero en apenas año y medio ha logrado el reconocimiento de muchos. “Ya no genera la desconfianza del principio, se ha ganado el respeto de sus compañeros de profesión y de los jugadores, que confían en él”, añade Díaz Ridao, docente de la Universidad Europea de Madrid.
Este fin de semana, independientemente del resultado que obtenga ante la Juventus, seguirá alimentando su currículo como entrenador. Lo que sí es seguro es que sonreirá. Y mucho.