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Tribuna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La socialdemocracia en años de vértigo

La crisis y sus fracturas abiertas han pasado factura a una opción política que tiene un gran reto ante sí

El exprimer ministro francés socialista, Manuel Valls.
El exprimer ministro francés socialista, Manuel Valls.EFE
Javier López Fernández

La socialdemocracia europea está teniendo graves dificultades para digerir estos años de vértigo. Sus problemas electorales han acabado deviniendo existenciales y cuando no sabes hacia donde navegas, ningún viento es favorable.

Sus problemas son el espejo de las crisis y fracturas abiertas en la actual edad de la ira. De la crisis de la democracia representativa y su ecosistema de actores intermedios, en el pasado, únicos responsables de la deliberación pública. De la crisis del proyecto de integración europea; atenazado por el repliegue nacional en búsqueda de un paraguas emocional protector. La socialdemocracia es una víctima colateral de la debilidad de estos dos andamiajes centrales. Pero sus problemas no acaban aquí.

Los profundos cambios socio-económicos están descomponiendo la alianza electoral que la socialdemocracia articulaba: clases trabajadoras y clases medias urbanas progresistas. Descomposición producto de la fractura en el mercado laboral entre trabajadores estables y precariado, de la fractura generacional y de la fractura espacial entre metrópolis que se benefician de la globalización y una periferia rural y suburbana deprimida. Grietas que activan nuevas identidades y miedos difíciles de dar cobijo electoral bajo el mismo resguardo. Pero sus problemas tampoco acaban aquí.

No solo están amenazadas las coordenadas políticas donde operaba y su alianza electoral; también lo está su programa. El cóctel Keynes (políticas expansivas de demanda) más Beveridge (sanidad, educación y pensiones) tiene difícil aplicación en solitario en la zona euro y no redistribuye lo suficiente frente a la aberrante desigualdad. Ante todo esto, la socialdemocracia enfrenta el eterno dilema: ¿qué hacer?

En primer lugar, actualizar su programa para reactivar su coalición electoral. Rediseñar el Estado del bienestar pensando en los nuevos riesgos sociales que han dejado las profundas fracturas laborales, generacionales y territoriales. Redistribuir más eficazmente y favorecer una (pre)distribución más justa. Acompañar esta tarea con una ambiciosa dimensión europea para completar la hoy disfuncional zona euro e imponer normas exigentes y sostenibles desde la única escala posible, la continental, a una globalización que puede acabar por devorarse a sí misma.

En segundo lugar, abordar con recetas y soluciones los retos. La robotización y digitalización del mercado laboral que eliminará puestos de trabajo tradicionales. El cambio climático que desertificará hábitats, provocará desplazamientos forzosos y agudizará la escasez de recursos. El envejecimiento de la población que pondrá patas arriba nuestras pirámides poblacionales. La consolidación de la urbanización que vaciará buena parte de nuestro mapa rural. Estos vectores de transformación, que España vive en primerísima persona, requieren de respuestas inmediatas. ¿Qué es la política sino la gestión del futuro?

En tercer lugar, fijar una narrativa y estrategia reconocibles. Huir de tentaciones que desdibujen la identidad de la socialdemocracia en sistemas políticos con multitud de competidores. Una estrategia que marque contraste frente a las fuerzas conservadoras. Construir categorías identificables que permitan observar, entender y explicar la realidad. Una narrativa audaz y pragmática, con vocación de gobierno y valiente, que contenga altas dosis de empatía ante el dolor y la incertidumbre.

Porque la socialdemocracia es necesaria como nunca. En el último ciclo electoral la quiebra del pacto social está amenazando, por la vía insurreccional, a las sociedades abiertas y las democracias pluralistas. La lección es clara: sin la dimensión social de la Ilustración será imposible preservar su dimensión política. La socialdemocracia es el único actor que podría compatibilizar la restitución del maltrecho pacto social con una defensa del actual sistema de derechos y libertades, controles y contrapoderes. La única que puede representar, gestionar y resolver la vulnerabilidad social y la fragilidad emocional sin trampantojos.

Es necesario utilizar las actuales amenazas como palanca para la reconstrucción de nuestro pacto social. Probablemente sea hoy posible porque, al igual que en los 30 gloriosos (1945-1975), sin amenaza no hay pacto. De lo contrario, un futuro de riesgos globales y ansiedades locales dibuja un horizonte postdemocrático, reaccionario y proteccionista. Evitarlo es el papel que le toca jugar a la socialdemocracia.

Javi López es eurodiputado PSC-PSE.

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